domingo, 14 de septiembre de 2008

UNO Y LAS AFUERAS

No es la primera vez, ni será la última, que tenemos la terrible sensación de regresar -de volver- a asuntos, a conversaciones, "déjà vu", pasadas, superadas y, por tanto, cansinas, aburridas, tediosas..., cuando no dañinas por su intencionalidad maligna o corrosiva por reiterativa, y/o frustrantes por su falta de solución en aquella su permanente continuidad sin remedio y sin conclusión, cuando uno ya no puede más y está cercano a la melancolía de la incomprensión de un tiempo empleado para la nada o para el desdén del auditorio...
Y últimamente asisto sobremanera a este tipo de situaciones, concluyendo que, o bien el problema es mío por presuponer que las afueras están a mi nivel, o bien por presuponer que las afueras son más objetivas y menos sentimentales que uno, cuando, al parecer, la realidad es más bien la contraria: las afueras están, además de miserablemente maniatadas, como casi todo, conscientemente manipuladas por cierta envidia y cierto malestar -no declarado ni reconocido- ante el mundo.
Se nos echa en cara, entonces, que somos poco transigentes, que nos ponemos, las más de las veces, insoportablemente intransigentes; y a veces se nos reprocha esto como insulto o como reacción.
A fin de cuentas es lo mismo... Porque, definitivamente, todo parece ser asunto de niveles, de sensibilidades, de aptitudes y de actitudes...
Lo cual es un problema sin solución de continuidad...

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