viernes, 26 de septiembre de 2008

LOS PAJAROS, EL CIELO, EL HOMBRE... UN RELATO

Aquel hombre amaneció turbado. Una idea, la misma idea de casi siempre, lo mantuvo inquieto toda la noche y apenas pudo pegar ojo.

-Ni se te ocurra, se decía.
-No es más que otra de tus ideas absurdas, también se decía para tranquilizarse...

La mañana sobrecogía por áspera, húmeda y blanquecina. El cielo se ocultaba tras un manto gris de enormes y siniestras nubes, y el hombre no dejaba de mirar inútilmente al cielo...

-¿Dónde los pájaros?, repetía una y otra vez.
-¿Donde el cielo azul?, buscaba una y otra vez...

El día anterior supo que pronto llegaría a rondarle por la cabeza la misma idea de casi siempre, aquella que no abandonaba desde hacía al menos tres años y que se agudizaba con la alergia y con el otoño.
Un leve picor en los ojos lo alertaba; el picor de casi siempre, el que lo predisponía a las ideas de casi siempre, un picor del que fue diagnosticado por el alergólogo, al que visitaba cada otoño, cuando aquel escozor se le hacía casi insoportable, llegando, incluso, a provocarse daño en los párpados de tanto restregarse pañuelos de papel...
Y, como casi siempre, tomaba su dosis diaria de antiestamínicos cuando llegaba la crisis aguda, y que solía suceder, casi siempre y como ya hemos señalado, en otoño...

-No sólo caen las hojas; también caen con ellas muchas apetencias, se decía cada primero de octubre, secándose con pañuelos de papel los ojos lagrimosos de alergia.
-También con el otoño vuelven los pájaros a sus destinos, se lamentaba cuando migraban en el otoño...

Pero aquella mañana era especialmente estremecedora; apenas clareaba en el amanecer, y las nubes impedían la luz. La noche incierta y mezquinamente atormentada, lo amaneció ferozmente nervioso; entre la alergia y sus fantasmas, el hombre no atinaba a vislumbrar los espacios del sosiego...
Sólo aparecía nítida la idea de casi siempre, la fatal necesidad de llevarla a cabo, la siniestra voluntad de ejecutarla...

-¿Por qué casi siempre en octubre?, se preguntaba.
-Es la luz del otoño la que ilumina la sordidez del declive, se consolaba...

Como casi siempre, se dispuso a desayunar habiendo leído las noticias en internet. Y, también como casi siempre, se quejó del mundo en el que vivía...
Desde que tuvo uso (y abuso) de razón, el hombre, casi siempre, quiso alejarse del mundo...

Y tras desayunar subió a la azotea. Y, como casi siempre, estuvo dudando hasta el atardecer, esa hora mágica del crepúsculo como metáfora de la derrota del día...
Y entonces, el hombre se decidió... Y echó a volar... Como los pájaros, aquellos que casi siempre veía en el amanecer bajo aquel cielo azul lleno de luz y esperanzas...

Al día siguiente, las noticias recogían lo sucedido:
-"Un hombre se suicida y deja un relato escrito, en el que dice que quiso volar como los pájaros", leyó el locutor de la radio local...

En aquel relato explicaba sus razones; y reiteraba que sólo quiso volar... Como los pájaros... Que sólo quiso migrar, en el otoño...
Como casi siempre soñó que haría... Como los pájaros hacían, como casi siempre que llegaba el otoño quiso hacer...

Aquel hombre amaneció turbado. Una idea, la misma idea de casi siempre, lo mantuvo inquieto toda la noche y apenas pudo pegar ojo.

-Ni se te ocurra, se decía.
-No es más que otra de tus ideas absurdas, también se decía para tranquilizarse...

Como casi siempre...


Calahonda. Otoño 2008

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