domingo, 7 de septiembre de 2008

EL MUNDO COMO PROBLEMA, LA RIQUEZA PRIVADA COMO SOLUCION

Una de las aficiones más definitorias de los moralistas es dedicar su tiempo (suelen disponer de él de manera ostentosa, amén de mantenidos profesionalmente por la sociedad en su conjunto, cuando debían serlo sólo por sus seguidores) a propagar su moral por el mundo de los seres humanos -aquellos a los que dicen guiar y/o proteger-; unos los llaman ovejas (nunca entendí a los moralistas católicos en esto del pastoreo); otros los llaman hijos de Dios (nunca se ponen de acuerdo a qué dios se refieren, si al dios católico, luterano, evangélico, ortodoxo, mahometano, o a los santeros y santeras de almas descarriadas... o al sursuncorda).
Para ello no escatiman esfuerzos mediáticos, ni financieros. A fin de cuentas, inculcar aquella moral es fundamental para adocenar y manipular los sentimientos más inseguros de los seres humanos hasta hacer de éstos verdaderos fieles, no sólo a aquellas ideas y actitudes morales, sino, y principalmente, a la bonhomía de los poderosos del mundo, y así conseguir el apoyo de los seres humanos indefensos, adocenados y manipulados, cuales víctimas de un enorme sentimiento de miedo y desprotección frente al mundo y sus problemas.
Como decimos, nuncanojamás escatiman esfuerzos. Incluso son capaces de "enseñar", de pasear como un trofeo, de "mostrar" al hijo recién parido con síndrome de Down (siempre intentan imponer su moral con referencias constantes a la que llaman coherencia personal), o reclamar la abstinencia sexual como método (a veces la coherencia personal brilla por su ausencia, al comprobar que en su círculo más íntimo no se practica este principio de su estricta moral; es la doble moral; son sus enormes contradicciones, esas que rechazan en los demás), para contrarrestar el ascenso de cierta moral más liviana para con los sentimientos humanos, más acorde con la conquista del bienestar y la felicidad colectivas, y menos cercana a la que intentan imponer los poderosos como salvaguarda de la constante perpetuación de sus intereses materiales.
Los moralistas siempre son los más avanzados en la defensa de la regresión histórica: el mundo como problema, la riqueza privada como solución.

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