Probablemente, el gato no se lo esperaba. Al oír los pasos miró a derecha e izquierda. Erguidamente, felinamente... Dudosamente. Y arriba, en el muro, la presa: ¡qué débil el silencio oscuro!...
La penumbra del árbol agotado de julio, con la última luz de la noche y el ahorro municipal, le servían de guarida y refuerzos en sus pretensiones: ni que decir tiene que la ausencia de luna permitía las estrellas, como aquella noche que te llevé el ramo de magnolias con jazmines frescos...
Poco a poco fui alejándome sin hacer ruido, suavemente, permitiéndome la solidaridad para con el ciclo de la vida... Y ese sentimiento me trajo tu recuerdo...
Volví la vista atrás y el gato se alejaba -veloz- contento en su conquista. Yo, dichoso con su provocación, me fui perdiendo en la claridad de tu hermosura...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios