viernes, 19 de septiembre de 2008

LA MELANCOLÍA DE LO EXTRAÑO

Desde que me conozco, es decir, desde que me reconozco como ser capaz de analizar el mundo, y de saberme con el mundo y frente al mundo, desde entonces, desde aquellos años difíciles de concretar, pero, en cualquier caso, lejanos, me cansa lo que no entiendo, lo que me supera como ser, lo que me aleja de la vida de la gente, lo que me extraña del mundo...
Y no sólo me cansa sentimentalmente; también me agota moralmente: las afueras siempre me fueron muy extrañas, agresivas, y cuando, además, se disfrazan de violencia, o de intransigencia y mentira, adocenada de pequeñas miserias, para entonces, aquellas afueras se me hacen insoportables, irreconocibles y distantes por dañinas...
También, desde que me conozco, es decir, desde que me reconozco en la vida, siempre quise bajarme de las estaciones por las que mi generación, mi tiempo, pasaba. Y muchas veces me bajé; pero, las más, la vida, la gente, lo otro (por inconcreto), me lo impidió.

Y desde entonces, desde aquellos tiempos, siempre me invade la melancolía de lo extrañamente ajeno o de lo inhumanamente extraño...

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