sábado, 10 de noviembre de 2012

LISBOA

Amanece con sol, al fin. Y la mar está tan calma que llega su bienestar a tranquilizar los ojos de tanto espanto, de tanto desespero y de tanta impunidad...
Y leo los diarios de Trapiello, del que participo de su visión "chavesnogalesca" de nuestro pasado tan cruel: las dos España cometieron casi los mismos errores... Sólo un matiz: no olvido que todo lo inició un golpe de estado contra la voluntad popular...
Y leo en su "Apenas sensitivo":

"LISBOA. Tres días preciosos. Diría inolvidables, pero sé que yo mismo, por imperdonable flaqueza humana, acabaré olvidándolos. Si al menos se quedaran en la masa de la sangre, me digo con desánimo. Tres días primaverales, teniendo ante los ojos siempre el grandioso estuario del Tajo, donde valsaban los trasatlánticos con parsimonia. Tres días benignos paseando por las calles de Chiado y de la Baixa, entretenido en mirar aquello que ha desaparecido en tu país hace cincuenta años: barberías viejas con sillones de barbero con la piel lustrosa; botillerías con botellas de etiquetas fabulosas que parecían esperar, como el Anís del Mono, una resurrección cubista; bacaladerías, tiendas de encurtidos..."

Leo este texto y me creo por allí, ese lugar de peregrinaje permanente y al que acudo cual fiel cada cierto tiempo; cuando ya no me pueden detener las paciencias...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios