Una mañana prodigiosa viene a recibirme a la vida, mientras este febrero leve se nos va yendo por el Sur... Es el tiempo que pasa, como siempre pasó y pasará siempre; para olvidar, o para recordar; porque, aunque como decía Borges, “sólo una cosa no hay, es el olvido”, afortunadamente vamos olvidando aquello que nos hizo daño alguna vez; o que sentimos como ajeno, como extraño, como de otro, aquello a que tan acostumbrados nos tiene ya la vida en su fatalidad... Y así, en mañanas prodigiosas como esta, me reconcilio con la tierra, con el mar inmenso, con el mundo... Es la presencia de vida, y es el gozo de vivirla...
El tiempo pasará y esta prodigiosa mañana se nos irá para no regresar nunca; porque el mundo, el mar, la vida, siempre son los mismos, aunque nunca se repiten; pero no olvidaré que un día de febrero, en su amanecer bellísimo de luz y color, en un grato y placetero momento, fui feliz en mi gratitud de vida...
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El tiempo pasará y esta prodigiosa mañana se nos irá para no regresar nunca; porque el mundo, el mar, la vida, siempre son los mismos, aunque nunca se repiten; pero no olvidaré que un día de febrero, en su amanecer bellísimo de luz y color, en un grato y placetero momento, fui feliz en mi gratitud de vida...
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