miércoles, 3 de noviembre de 2010

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS

Siempre, al amanecer, miro el mar. Verlo, contemplarlo, me satisface tanto que es ya mi necesidad más necesaria; la que me empuja al olvido; la que me acerca al placer de la ternura; al olvido del horror del mundo que retrocede al abismo de las tormentas sin ropas, y a los escalofríos de alma; al placer de los sentidos, aquellos eternamente siempre iguales y tan distintos, como este mar azul de la mañana...
Hoy, al amanecer de este miércoles de noviembre, el azul del mar, tan potente como nítido, se desparramaba por las montañas -azuladas de mar- que contornean la siempre hermosa bahía de Málaga, a la que a diario desciendo, como descienden los dioses: satisfecho de poseer la suerte de vivir para poder disfrutarlo y contarlo...
Y hoy, al mirar el mar, recordé aquellos maravillosos años donde sólo deseábamos capacidad de olvido para disfrutar del placer de la ternura...

Con la mar azul; con las montañas azuladas que contorneaban la bahía...

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