viernes, 23 de marzo de 2018

VIERNES DE DOLORES

Mi madre, Doña Lola, se llamaba Dolores. El pasado octubre hizo 17 años de su muerte. Pertenecía a aquella generación de españoles que, aun habiendo tenido la suerte de nacer en una familia acomodada y cuando la educaban para ser feliz y gozar de la vida, sufrió, como todos, las consecuencias de aquella terrible guerra que tanto daño hizo a más de cuatro generaciones, y que aún hoy seguimos sufriendo sus derrotas.
Una vida que mi madre dedicó por entero a sus hijos, para que nunca más volviera el espanto…
Pero a pesar de tanto horror y de otras tragedias familiares, mi madre, Doña Lola, tenía un enorme sentido del humor y se reía de su sombra, quizás como la única respuesta y esperanza ante tanta desdicha.
Sí, mi madre formó parte de aquella generación que siendo adolescente y joven vivió la guerra, la incivil, la que no entendía por qué se mataban entre sí los españoles; aquella guerra en nuestra memoria colectiva y que muchos quieren enterrar para repetirla en su olvido de un verdadero perdón que pasa por reconocer a los otros muertos con sus honores. Una generación que sobrevivió a aquella locura de la guerra y que tuvo que vivir también una siniestra posguerra, quizás peor aún que la guerra, llena de miedos y silencios; una generación que tendrá siempre mi afecto y mi consideración, y que, como dice Luis Landero en su delicioso “El balcón en invierno”, ‘una generación, casi dos, que vieron truncados sus proyectos de vida en plena juventud, que trabajaron como mulas y lo sacrificaron todo para que sus hijos corrieran mejor suerte que ellos y cuya obra, no sé si humilde o grande, es esa, el bienestar de los suyos: esa fue la causa por la que lucharon, y esa su recompensa’…
Nieta, hija, esposa, madre, tía y abuela de boticarios, mi madre enviudó pronto después de años de rupturas y tuvo el coraje de aquellas mujeres de las que nos habla Luis Landero para sacar a sus hijos adelante; y para más tragedia, el Viernes de Dolores de 1977, Modesto, el mayor de los varones, no regresó de Granada; como Lorca, al que tanto buscaba, allí quedó su final: nunca más mi madre fue la misma; nosotros, sus hijos, tampoco...
Mi madre se llamaba Dolores. Hoy hace ya 16 años de aquellos Viernes de Dolores; unos viernes que eran muy grandes en la Casa de Doña Lola de Coín…
Felicidades, madre!!!
Felicidades a mis sobrinas Lola y Mariló...!!!
Y felicidades para todas las Lolas de mi vida.... !!!

P.S. FOTOS: Mis padres. Con mi hermano Modesto en La Alhambra de Granada (1967). Mi madre con sus hijos en La Vegueta, el campo de Tolox. La sobrina Lola Gamboa. Mi madre en sus últimos años.





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