martes, 5 de diciembre de 2017

LA SOMBRA DE LOS CIPRESES

Sí, la sombra del ciprés es alargada porque alargada y alta es su hermosura...
Este árbol me acompañó siempre, desde la infancia, desde que una primera vez sentí aquella profunda e inevitable admiración por su belleza y su casi humana hidalguía...
Lo tuve cerca en el campo de Tolox; y también me acompañó en Coín, cuando rodeé la casa, aquella que acabé vendiendo para ir a Sevilla; cuando los cipreses ya alargaban sus sombras...
Allí, en Sevilla, también lo tuve cerca; enfrente, en la primera oficina; y también en uno de los patios de la casa de aquella mi nueva Sevilla, tras los años allí de estudiante…
Desde entonces, desde siempre, siento una infinita admiración en forma de respeto, ese respeto que se le tiene a las cosas altas, supremas: el respeto de la impotencia y de la devoción...
Sí, siempre me acompañó y siempre estará cerca de mí... Y cuando llegue el día de todos los silencios pocos serán los que sepan que seguiré disfrutando de su cercanía y de su alargada mano ensombrecida, protegiéndome, quizás, de la nada que seré...


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