"...Mientras iba en el coche, miró despaciosamente por la ventanilla la cúpula de la basílica de la Estrela. Era hermosa, aquella basílica, con su inmensa cúpula barroca y la fachada ornamental. Era allí, delante mismo, en el jardín, donde muchos años antes se citaba con Ophélia Queiroz, su único gran amor. En el banco del jardín de la Estrela se intercambiaban tímidos besos y solemnes promesas de amarse para siempre.
Pero mi vida ha sido más fuerte que yo y que mi amor, musitó Pessoa, perdóname, Ophélia, pero yo debía escribir, debía sólo escribir, no podía hacer otra cosa, y ahora todo ha concluido..."
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