miércoles, 11 de octubre de 2017

EL VIAJE, NUNCA EL DESTINO

Aunque no fue un gran día, a estas horas ya del 11 de octubre puedo decir que estoy contento porque mereció la pena...
Los que me conocen saben que llevo varios días muy activo para con el asunto catalán; un asunto que me ha dolido sobremanera. Lo he dicho muchas veces: amo Cataluña, una tierra que tantas veces visité y admiré...
Han sido días duros; la inocencia sigue siendo un refugio; para algunos tan tardío ya que es imposible recurrir a ella: el saber sí ocupaba lugar, el lugar de la melancolía...
También saben los que me conocen que no soporto la mentira; ese indigno recurso de los cobardes y débiles inmorales.
Como también saben los que me conocen que tampoco puedo con la deslealtad y la traición...
Y desde hace ya mucho tiempo en las tierras de España ha habido mucha mentira calada en la más impresentable inocencia, la de no pensar y tener fe; y también ha habido en las tierras de España mucha deslealtad y mucho cinismo táctico, los síntomas más evidentes de la mediocridad y la miseria más primaria...
Pero hoy, a estas horas ya, reconozco que se abre una esperanza: los mentirosos desleales han conseguido su propio suicidio al saberse perdidos para siempre: Puigdemont se ha ganado a pulso su soledad (la CUP lo abandona y Junqueras recogerá sus restos) y el PSOE, al fin, rectifica a sabiendas de que no queda otra: mañana el Gobierno de España, tan huido y escondido, tendrá que tomar decisiones que muchos esperábamos hace tiempo.
Por tanto, es momento de ponerme un whiskey como me gusta: con una pequeñita pieza de hielo.
P.D. Qué curioso; en mi vida he tenido pocas traiciones, salvo algún fracaso amoroso... Pero han habido dos grandes traiciones y fracasos y los dos catalanes. Uno, profesional; el otro, sentimental...
El profesional me oa callo; el sentimental, Lluis Llach es su protagonista, a quien conocí en 1976 y con quien cené en Málaga...
Lo mismo se quedó en Ítaca sin saber que lo importante es el viaje, nunca el destino...


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