Las vacaciones de Semana Santa empezaban el Viernes de Dolores, un viernes que, como conté, era un día muy grande en aquella casa de Coín, adonde regresábamos para pasarlas allí. Nunca viví, durante la infancia y la adolescencia, la Semana Santa de Málaga capital, razón por la que nunca he sido ni seré ya devoto de aquella ni de ninguna de sus hermandades, a pesar de que por entonces amaba la vida de los santos, sobre todo la vida de mi santo, Francisco de Javier, que habiendo sido hijo de noble -y nacido en el Castillo de Javier (Navarra)- abandonó aquella vida y marchó a misiones en India y la China…
El Domingo de Ramos, en el pueblo, en Coín, salía la primera procesión: La Pollinica; una procesión que en Sevilla la llaman La Borriquita y que sale de El Salvador, la iglesia que está a 50 metros de la casa donde yo vivía en Sevilla los últimos 25 años.
Aquella Pollinica de Coín es la primera imagen que tengo nítida de una procesión; tenía cuatro años, me acababan de operar de la garganta (amígdalas) y me pusieron la cama en el gabinete de la casa de la abuela materna (por entonces vivíamos con mis abuelos maternos cuando estábamos en el pueblo), un gabinete que tenía un gran ventanal que daba a la calle por donde vi pasar la primera procesión de la que tengo una imagen clara y brillante, a pesar del dolor de garganta que tenía al tragar…
También recuerdo que me daban muchos helados, de las pocas cosas que me gustaban… Y, cómo no, también recuerdo que ya por entonces vi mucha miseria y no me gustó el mundo…
Aquella Pollinica de Coín es la primera imagen que tengo nítida de una procesión; tenía cuatro años, me acababan de operar de la garganta (amígdalas) y me pusieron la cama en el gabinete de la casa de la abuela materna (por entonces vivíamos con mis abuelos maternos cuando estábamos en el pueblo), un gabinete que tenía un gran ventanal que daba a la calle por donde vi pasar la primera procesión de la que tengo una imagen clara y brillante, a pesar del dolor de garganta que tenía al tragar…
También recuerdo que me daban muchos helados, de las pocas cosas que me gustaban… Y, cómo no, también recuerdo que ya por entonces vi mucha miseria y no me gustó el mundo…
Hoy, en Sevilla, parece que llueve y lo mismo no sale La Pollinica. Así la seguí llamando en Sevilla; como seguí llamando tronos a los pasos y por poco me expulsan de la ciudad…
Pero eso es otra historia…
Pero eso es otra historia…
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