Sé que lo que voy a decir muchos lo rechazarán; otros, en cambio, serán honestos y aceptarán lo que diré. En cualquier caso, siempre he intentado ser libre en mis pensamientos, cosa que hoy, al fin, creo que es una certeza a estas alturas de mi vida, cuando ya de nada ni de nadie dependo, más allá del azar y de su delicadeza y comportamiento para conmigo…
Lo he señalado muchas veces: eso de echar la culpa a los otros, sean conciudadanos o instituciones, es muy español y muy sintomático de nuestra idiosincrasia…
Nos rasgamos las vestiduras y no damos crédito a la realidad que nos circunda; desde nuestros políticos hasta nuestras instituciones: -todos son los culpables de nuestras miserias, decimos. Como si fuesen extraterrestres, no nuestros representantes, y como si sus asuntos no fuese con nosotros, que los hemos elegido para eso…
Los pueblos adultos saben que la libertad está en sus manos; y así, si tenemos los políticos y las instituciones que nos hemos dado es precisamente por eso, porque son los que nos hemos dado…
Todos los días asistimos a declaraciones de rechazo de nuestra realidad, y con razón. Pero no es de recibo ponernos nosotros estupendos y culpar a los otros de nuestra triste realidad. Porque aquellos que no cumplen, según nuestra verdad, son aquellos a los que hemos elegido como nuestros hacedores y representantes… Por tanto, menos lobos y tomemos de una vez partido hasta mancharnos, como decía el poeta…
Estas reflexiones son extensivas a toda realidad, como la triste que actualmente vive la vieja (nunca mejor dicho) Europa con el asunto de los refugiados sirios y su tratamiento fronterizo -y tan poco humanitario- que hasta está poniendo en peligro la propia identidad histórica de aquella eterna Europa que se creyó paradigma de la libertad y de los derechos humanos…
Sí, a diario hacemos y leemos declaraciones de condena hacia nuestros políticos y hacia nuestras inarstituciones europeas por la nefasta gestión de este asunto, un asunto de primer orden moral. Y nos ponemos estupendos nosotros a nosotros mismos al condenar todo tipo de atrocidad; y es verdad que hay que condenarlas con toda la razón… Pero lo que no vale es acusar sólo a aquellos políticos y a aquellas instituciones que hemos creado sin culparnos a nosotros mismos también, y, sobre todo, en primer lugar; por permitirlo con nuestros votos y nuestro mirar para otro lado cuando dejamos de ejercer como ciudadanos responsables…
Porque, ¿acaso hemos olvidado el por qué del ascenso de los partidos xenófobos y fascistas en Europa?
¿Acaso no somos conscientes de que son muchos nuestros conciudadanos los que temen perder puestos de trabajo y poder adquisitivo al entrar en el mercado de trabajo de nuestros países seres humanos que huyen de una derrota colectiva de sus países de origen y que para sobrevivir harán lo que haga falta, desde bajos salarios hasta robar para comer?
¿Acaso no son las clases populares europeas las contrarias a permitir la competencia de mano de obra extranjera, sin cualificar y barata por necesidades obvias de subsistencia?
¿Acaso hemos olvidado que estas clases populares nuestras son el germen del ascenso de las derechas xenófobas y de los partidos fascistas?
Es lo fácil y lo más a nuestro alcance: ponernos estupendos antes que asumir nuestras contradicciones y nuestras miserias.
No, no es de recibo ponernos estupendos y buenistas exigiéndoles a nuestros gobiernos atención humanitaria para con los refugiados e inmediatamente después culpar al mismo gobierno o institución de haber admitido mano de obra extranjera barata que nos crea competencia desleal y problemas de delincuencia.
Lo dicho: es muy español eso de ponernos estupendos, echar la culpa a otros, y mirar para otro lado sin tomar partido… Y si al final se toma partido, casi siempre es para culpar a las instituciones, a los políticos, a la sociedad, a los otros, del fracaso colectivo…
Eso sí, cuando ya es tarde y el daño es irreparable para todos.
Nos rasgamos las vestiduras y no damos crédito a la realidad que nos circunda; desde nuestros políticos hasta nuestras instituciones: -todos son los culpables de nuestras miserias, decimos. Como si fuesen extraterrestres, no nuestros representantes, y como si sus asuntos no fuese con nosotros, que los hemos elegido para eso…
Los pueblos adultos saben que la libertad está en sus manos; y así, si tenemos los políticos y las instituciones que nos hemos dado es precisamente por eso, porque son los que nos hemos dado…
Todos los días asistimos a declaraciones de rechazo de nuestra realidad, y con razón. Pero no es de recibo ponernos nosotros estupendos y culpar a los otros de nuestra triste realidad. Porque aquellos que no cumplen, según nuestra verdad, son aquellos a los que hemos elegido como nuestros hacedores y representantes… Por tanto, menos lobos y tomemos de una vez partido hasta mancharnos, como decía el poeta…
Estas reflexiones son extensivas a toda realidad, como la triste que actualmente vive la vieja (nunca mejor dicho) Europa con el asunto de los refugiados sirios y su tratamiento fronterizo -y tan poco humanitario- que hasta está poniendo en peligro la propia identidad histórica de aquella eterna Europa que se creyó paradigma de la libertad y de los derechos humanos…
Sí, a diario hacemos y leemos declaraciones de condena hacia nuestros políticos y hacia nuestras inarstituciones europeas por la nefasta gestión de este asunto, un asunto de primer orden moral. Y nos ponemos estupendos nosotros a nosotros mismos al condenar todo tipo de atrocidad; y es verdad que hay que condenarlas con toda la razón… Pero lo que no vale es acusar sólo a aquellos políticos y a aquellas instituciones que hemos creado sin culparnos a nosotros mismos también, y, sobre todo, en primer lugar; por permitirlo con nuestros votos y nuestro mirar para otro lado cuando dejamos de ejercer como ciudadanos responsables…
Porque, ¿acaso hemos olvidado el por qué del ascenso de los partidos xenófobos y fascistas en Europa?
¿Acaso no somos conscientes de que son muchos nuestros conciudadanos los que temen perder puestos de trabajo y poder adquisitivo al entrar en el mercado de trabajo de nuestros países seres humanos que huyen de una derrota colectiva de sus países de origen y que para sobrevivir harán lo que haga falta, desde bajos salarios hasta robar para comer?
¿Acaso no son las clases populares europeas las contrarias a permitir la competencia de mano de obra extranjera, sin cualificar y barata por necesidades obvias de subsistencia?
¿Acaso hemos olvidado que estas clases populares nuestras son el germen del ascenso de las derechas xenófobas y de los partidos fascistas?
Es lo fácil y lo más a nuestro alcance: ponernos estupendos antes que asumir nuestras contradicciones y nuestras miserias.
No, no es de recibo ponernos estupendos y buenistas exigiéndoles a nuestros gobiernos atención humanitaria para con los refugiados e inmediatamente después culpar al mismo gobierno o institución de haber admitido mano de obra extranjera barata que nos crea competencia desleal y problemas de delincuencia.
Lo dicho: es muy español eso de ponernos estupendos, echar la culpa a otros, y mirar para otro lado sin tomar partido… Y si al final se toma partido, casi siempre es para culpar a las instituciones, a los políticos, a la sociedad, a los otros, del fracaso colectivo…
Eso sí, cuando ya es tarde y el daño es irreparable para todos.
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