Los Viernes de Dolores de mi vida fueron siempre unos viernes especiales: era la onomástica de Doña Lola, mi madre... Ya no está en la vida, pero nunca puedo (podemos) olvidar que aquellos viernes eran grandiosos: no sólo era un día a celebrar, sino que era el inicio de las vacaciones de Semana Santa... Y era tan especial ese día que estuviésemos donde estuviésemos sus hijos, ese día había que regresar a la madre... Un año faltó uno de nosotros; y desde aquel año faltó para siempre la alegría inmensa que desparramaba mi madre. Y desde aquella tragedia a todos se nos quedó algo en la cara, como una arruga de adversidad; como un gesto esquivo y terso... Aquella fatalidad nunca la superó mi madre, ni nunca la hemos superado el resto de sus hijos...
Mi madre fue, como todas aquellas madres de los de mi generación, una mujer que venía de tragedias, de derrotas y de todos los silencios; y se cargaron de hijos porque para eso habían nacido; y tuvieron que reponerse para ponernos para la vida, y para hacernos en personas decentes que no volvieran al horror, al espanto y a los silencios de derrotas; o de victorias, esas victorias que creyeron victoria los victoriosos y que sólo fue revancha, odio y locura; y todos callados, sin aspavientos: como idos, como flotando; sin ruidos, sin glorias: y con todas las penas...
Sí, hoy es Viernes de Dolores; y como todos los Viernes de Dolores de mi vida, mi madre sigue siendo el centro, a quien recuerdo siempre encantada de recibir a todo el que por su casa aparecía aún sin avisar; hijos, nueras, yernos, novias, amantes, sobrinos, nietos; y amigos de sus hijos y/o amantes y novias de los amigos de sus hijos... Unos hijos a los que protegió siempre y a los que dedicó toda su vida...
No sé si esas madres existen ya; lo que sí sé es que Doña Lola fue muy grande y nunca le agradeceremos tanta bondad como nos regaló en la vida...
Felicidades, madre. Y felicidades a todas las Lolas de mi vida.
Mi madre fue, como todas aquellas madres de los de mi generación, una mujer que venía de tragedias, de derrotas y de todos los silencios; y se cargaron de hijos porque para eso habían nacido; y tuvieron que reponerse para ponernos para la vida, y para hacernos en personas decentes que no volvieran al horror, al espanto y a los silencios de derrotas; o de victorias, esas victorias que creyeron victoria los victoriosos y que sólo fue revancha, odio y locura; y todos callados, sin aspavientos: como idos, como flotando; sin ruidos, sin glorias: y con todas las penas...
Sí, hoy es Viernes de Dolores; y como todos los Viernes de Dolores de mi vida, mi madre sigue siendo el centro, a quien recuerdo siempre encantada de recibir a todo el que por su casa aparecía aún sin avisar; hijos, nueras, yernos, novias, amantes, sobrinos, nietos; y amigos de sus hijos y/o amantes y novias de los amigos de sus hijos... Unos hijos a los que protegió siempre y a los que dedicó toda su vida...
No sé si esas madres existen ya; lo que sí sé es que Doña Lola fue muy grande y nunca le agradeceremos tanta bondad como nos regaló en la vida...
Felicidades, madre. Y felicidades a todas las Lolas de mi vida.
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