Al fin se levantaron las nieblas blancas de grises mantas que ocultaban el mar... Al fin la luz inunda las aguas infinitas azuladas de cielos celestes rabiosos de sol... Y al fin muchos cuerpos descansan de semana agotadora en contrariedades y temores... Y pasa la vida; pasan los días; pasan las horas... Y ni tú, que hoy tampoco te nombro, ni yo sabemos qué nos deparará el tiempo que nos queda... ¡Ay!, el tiempo, ese impostor; ese constante traidor; esa inquietante constancia; esa infinita monotonía... ¡Y su griseo!; o, mejor, ¡su grisura!...
Y así, siempre regresamos; vamos para regresar; caminamos para volver; viajamos para iniciar la vuelta al origen... Y lo contamos: no vaya a ser que lo olvidemos. Porque los seres humanos necesitamos que nos cuenten historias; no nos basta con la nuestra; necesitamos la de los demás; y los demás necesitan contárnosla; no vaya a ser que las olviden...
Porque si una operación de venta comercial termina cuando se cobra (no cuando se firma el contrato), una experiencia de vida no se cierra hasta que se cuenta... Y los hay que la cuentan con tanta hermosura que son los artistas, los escritores dignos, los poetas, los amigos...
Al fin se levantaron las nieblas blancas que manteaban la mar más cercana...
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