jueves, 23 de junio de 2011

EL MAR ES UNA ESTATUA DERRIBADA...

Leía esta mañana, mientras desayunaba, de uno de mis muertos -y ya un clásico- estos párrafos. Son de Umbral y de su MORTAL Y ROSA, quizá una de las más grandes obras del siglo XX español: "He llevado al niño al mar... He corrido a lo largo de una playa que iba hasta el alba, por ese borde del mundo adonde ya apenas llegan las punzadas del vivir, y adonde empieza la vaguedad de los tiempos... El mar es una estatua derribada"...

A muchos de los que tenemos la suerte de vivir muy ceca de él les pasa como a los que viven muy cerca de grandes obras de arte, que de tan habituados a ella pasan a diario sin fijarse en su hermosura; como se acostumbra uno a mirar las cosas sencillas por cercanas: sin asombros. Y no le dan más que la importancia del desdén cotidiano... Yo, en cambio, no pertenezco a ellos; también en esto debo ser raro... Porque, ¡cómo no asombrarse, a diario, a horas, a minutos, de esa infinita muchedumbre de belleza y de hermosura que es el mar!

Durante muchos años viví en Sevilla; y la mayoría de ellos -excepto unos meses que lo hice en el práctico, pero espantoso, barrio de Los Remedios- los viví en el Barrio de Santa Cruz. Y veía a diario la Giralda; la Plaza del Triunfo, la de la Virgen de los Reyes, la de San Francisco, la de El Salvador... Y siempre, siempre, me emocionaba de tanto barroco, de tanto gótico, de tanto renacimiento, de tanta sabiduría de piedra y de tan sublime remate...
Sí, y de tanta belleza y hermosura como este mar que me acompaña a diario, y que es ya una necesidad de vida; como lo es mi adorado Umbral, derribado y triste de niño... Como aquel mar, adonde lo llevaba de paseo antes de morir y que definió como "una estatua derribada"...

http://www.goear.com/listen/62e13a0/la-belleza-luis-eduardo-aute

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