jueves, 20 de enero de 2011

LA TIA PACA

Hoy, 20 de enero de 2011, cuando subí de la cafetería de la oficina, vi el mensaje del sobrino Rafael: "el primo Ignacio ha venido a la farmacia a decirnos que ha muerto vuestra tía Paca Navarrete".

Queridos todos, anoche tuve un recuerdo para con ella al ver fotos antiguas que los hermanos Carmen y Pite -y el sobrino Nono- nos han ido remitiendo, y me dije: ¡qué bien vivió y qué suerte ha tenido la tía Paca!
Hoy, tras un café, me llega esta triste noticia... Nosotros, los García Vázquez, tuvimos años difíciles en la infancia; no sólo fueron años de silencio; también fueron años de vergüenzas. Secuestrados en aquel maravilloso jardín de los abuelos, pronto nos llevaron a Málaga, a los Agustinos, donde todos los primos García de Málaga acabamos estudiando el bachillerato, y las niñas, al Colegio del Monte, donde nuestra tia Africa era la Superiora. Y cuando eran los primeros años 60, aquellos niños del jardín de la Calle Vicario, volvieron a vivir en la calle Feria, de donde un día, una noche, salieron...
Y cuando las vacaciones, y cuando los fines de semana, allí, pared con pared, volvíamos a vernos con nuestros primos, los Navarretes. Y ya desde entonces nuncanojamas nos hemos separado. Siempre que voy a Coín, me acerco a saludar a los primos Inma e Ignacio. Como siempre que los hemos necesitado, madre tantas veces y tantas noches, y yo, con mi enfisema, allí estaban los primos... Y siempre que miro hacia el patio, en el zaguán tan espléndidamente conservado por el hijo, veo a la tia Paca, sentada en su sillón preferido, leyendo el ABC... Y casi me entran ganas de preguntarle:
-¿Están los primos?...
-Sí, pasa, están en el salón...
Y el tío Javier, oyendo Madame Butterfly, en la carpintería que se hizo habilitar al lado del baño de arriba, junto al huerto de la casa, la nuestra, conforme división en herencia de la casa grande del Señor Don Paco, donde allí vivieron (siempre los abuelos, esa figura esencial en la nuestras infancias, y que desaparece en el urbanismo modeno de tan escasos metros cuadrados), me grita desde la ventana:
-¡Olé, Javielillo!... ¿Qué tal?.... Y me cuenta que está haciendo una estantería para no sé qué, o que está revelando la última foto que le ha hecho a King, su perro, aquel con el que hicimos el viaje más hermoso de nuestras vidas, aquel verano de 1967, al año de morir nuestro padre y que nos reencontramos con toda la primada Garcia Fernández de Madrid, en aquel soberbio Sotillo de la Adrada, en el maravilloso Valle del Tiétar (Avila), tras pasar por Granada, Toledo, Madrid, etc...

Ayer me acordé de ella, de la tía Paca, a modo de premonición; siempre igual; siempre discreta; siempre en su sitio... Porque la tía Paca también fue el silencio; aquel que siempre nos rodeó en la infancia... Por eso siempre admiré su devoción por la lectura, en silencio, como en mi madre, del ABC; aquel periódico con su afamada Tercera que forma ya parte inevitable de nuestra educación colectiva y sentimental.
Sí, la tia Paca y mi madre, las cuñadas vecinas, leían el ABC... Y hoy, cuando he sabido la noticia, así la he recordado; en aquella esquina de la entrada del patio, donde al atardecer leía el ABC; y el tío Javier, en un descanso de su consulta como Pediatra, oía Madame Buterfly en la carpintería que se hizo construir, habilitada también como laboratorio de fotografía...
Y nosotros, los niños, nos sentábamos en el comodísimo escalón del zaguán de la casa, mientras nos tomábamos un helado de Los Valencianos y veíamos pasar la vida de nuestros mayores en silencio y sin preguntas...

¡Que en paz descanse la tía Paca, que vivió muy bien para el contento de todos nosotros!

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