jueves, 12 de agosto de 2010

CRONICAS DE UN PEREGRINO EN ROADSTER (27)


La mañana amanece venteada de nubes bajas y alguna niebla que ya se disipa empujada a los cielos. Ayer llegó, con lentitud, cubriendo los montes de A Caeira y besando la Ría de Pontevedra. Su manto blanco quiso tapar los ojos, unos ojos que pronto verán otros soles, otras luces, otras tierras; más próximas, más cercanas y no por ello menos asombrosas... Mientras, con el primer café de la mañana, leo a Pessoa, al que me encontré en Braga (cosa extraña, porque él nunca salió de Lisboa), y con el que estuve charlando en una hermosa librería de aquella ciudad...
Y me decía:
"Cuando el estío entra me entristezco. Parece que la luminosidad, aunque acre, de las horas estivales deberá acariciar a quien no se sabe quién es. Pero no, a mí no me acaricia. Hay un contraste excesivo entre la vida exterior que rebosa y lo que siento y pienso, sin saber sentir ni pensar: el cadáver perennemente insepulto de mis sensaciones. Tengo la impresión de que vivo, en esta patria informe llamada universo, bajo una tiranía política, que aunque no me oprima directamente, ofende, sin embargo, a algún oculto principio de mi alma. Y entonces desciende sobre mí, sordamente, lentamente, la añoranza anticipada del exilio posible."
Bonjour, mes amis... En unos días alcanzaré mi exilio interior por los mares del Sur...

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