El edificio donde habito, en su posición sobre la Ría de Pontevedra, desde su base, pareciera en su final un buque mercante que otea la mar que desea transitar; al fin y al cabo, para eso lo hicieron: para cruzar los mares del norte, con sus verdes recovecos y sus rudas maneras... Y así, cada amanecer me creo marinero en este soberbio buque que mira a la mar como mira al asombro y al deseo... Y ya en proa me llegan sonidos de gaviotas, de ventiscas marineras, de sabores y sonidos de otro mar, aquel más propio y, por tanto más dentro de mi... Es LLach, que de nuevo emprende su Viaje a Itaca a través de nuestro Mediterráneo eterno...
Bonjour, mes amis... Bon viatge...
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