lunes, 28 de junio de 2010

UN LUNES EXTRAÑO DE TI Y DE OTROS AUSENTES...

Querido Pedro: Fue el pasado 29 de Mayo. Era sábado, y, como todos los años, me acordé de ti... Ya van para siete (el 4 de septiembre será) los años desde aquella fatalidad. Pero este año, tu santo cayó en sábado, y era un sol tan radiante el que me acompañaba que no quise entristecerlo con tu recuerdo. Ya te escribiré, me dije... Hoy, este lunes extraño de ti y de otros seres queridos que siguen ausentes, te reclamo una vez más. Como también reclamo tu libertad, tu coherencia, tu descaro ante la vida, tu desapego para con lo vulgar y tu grandeza para con los más necesitados. Pedro, hoy, cuando todo a nuestro alrededor es lamentablemente mediocre, cuando los días nos traen más derrotas, hoy, Pedro, es cuando más necesito decirte que me dejaste muy desamparado para la vida... Y he recordado-recuperado aquello que te escribí tras la tragedia; tras la espantosa crueldad de la vida... Fue el 4 de septiembre de 2003, y dos días después te escribí esta carta de presencia permanente en mi vida...


6 de septiembre de 2003

Querido Pedro:
Fue esta la fecha, sí. El día 4 de septiembre de 2003...
Llamó la Guardia Civil de Alicante. Casi siempre me llamabas por las mañanas, desde que te enteraste de mi EPOC, para saber cómo la llevaba; pero aquella no lo hiciste, y no me extrañó: sabía que andabas de viaje. Pero tenía dudas de si por Galicia o fuera de España.
Llamó la Guardia Civil de Alicante. Un número preguntó por mi; sobresaltado, me identifiqué. Me preguntó si te conocía, Pedro (mi número era el primero en la memoria de tu móvil). Le dije que sí; que eras mi amigo y que habías sido mi jefe... ¡Ay!, Pedro: vino la muerte y tenía tus ojos...

"La muerte tiene una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos" (C.Pavese)

Sí, Pedro... Llamó la Guardia Civil de Alicante. Y supe que también tu madre fallecía...
Llamé a los amigos; a los incondicionales... Y los movilicé para organizar lo que había que organizar. Estuve a punto de ir a tu encuentro, en Alicante; pero enseguida localizamos a Choni y a nuestros queridos amigos de El Corte Inglés, Lagares y Antolín (me confrimaron que nadie fue culpable; el camión te invadió por mor de la lluvia), quienes junto con Cedric y Joaquín Garrido lo organizaron todo para localizar a tus familiares más lejanos y perdidos y avisar a los amigos... Yo no tenía fuerzas, Pedro; se me bloqueó la cabeza. Le dije al número de la Guardia Civil que me diera cinco minutos para reaccionar y saber qué hacer; estaba bloqueado, Pedro; ya sabes, no salía de mi estado de rabia, impotencia y terror... -¿Por qué?, me preguntaba...
Al cabo, llamé de nuevo a la Guardia Civil de Alicante y organicé lo que pude desde Sevilla. Al fin dimos con el portero de tu finca madrileña, que nos dio luz para contactar con tus sobrinos. Fue él, tu portero, quien nos dijo que habías salido en la mañana hacia Alicante, para una larga temporada -a tenor de maletas-, con tu madre y la asistenta; supe luego que la asistenta estaba herida, pero que no falleció. A Choni, perdóname, no pude llamarla; me negué, pues no sabría qué decirle ante tanto espanto. Lo hizo Cedric; lo hizo Joaquín. Lo hiciceron en persona... Pedro, aún recuerdo el abrazo que nos hemos dado Choni y yo; en Valdemoro, en el cementerio... Choni estába muy afectada, muy desolada y llevaba tres días llorando... Y me dijo:
-¡Ay!, Javier, ¡con lo que te quería!...
Y me abrazó y empezó a llorar sin parar... Estuvimos abrazados un largo rato; y no pude contenerme; afortunadamente, las oscuras gafas de sol evitaron el espectáculo.
Pedro, desde aquel momento, desde aquel día 4 de septiembre de 2003, no paró de sonar el teléfono: todo el mundo me daba el pésame. Quizá, porque consideraban que yo era como un hijo para ti. Y creo que así era: me querías como al hijo que no tuviste... No sólo me lo decías, Pedro; se te notaba en demasía...
Pedro, que me dejaste muy solo...
Y nadie terminaba de creérselo... Las niñas de la oficina estaban muy afectadas, y derrotadas, como lo estamos todos.
Pedro, la gente te quería mucho. Doy fe de ello. Y sabes qué es lo peor, que ya no tenemos remedio y que siempre formarás parte de nuestras vidas.
Estoy llegando a Málaga, tras el entierro. El avión me ha elevado a los cielos claros de España intentando buscarte en sus alturas. No hace falta, Pedro, que se eleve tanto: tú, ya para siempre, vendrás conmigo irremediablemente. Viniste a Sevilla, a mi vida, a ser el jefe. Y te has ido del mundo, de mi mundo, siendo el amigo eterno.
Un fuerte abrazo. Tuyo siempre, Javier

Pedro, el pasado 29 de mayo no quise recordar esto; hoy, en este lunes extraño de ti y de tantos otros ausentes, sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios