sábado, 5 de junio de 2010

LA ORDINARIEZ DEL VERANO

Tras un desayuno ligero, decidí pasar el día en Marbella. Y así, cuando eran las 12,30 horas alcanzaba la FNAC de La Cañada, donde pude adquirir el último libro de Enric González (Historias de Roma) y pude ver el iPad (para mí tiene un inconveniente: pesa un poco, no tiene puertos USB y el más completo es caro). Y tras comprar algo de ropa y pelarme en una peluquería recién inaugurada, me acerqué a Puerto Banús... Y si, por donde en invierno o en otoño se deja ver cierto glamour y cierta estética de nivel aceptables, cuando llegan estos tiempos, ya casi veraniegos, de repente, aquellos espacios de silencio, barcos hermosos y extranjeros educados, se convierten en imposibles para los ojos e insufribles para las almas... Chanclas ordinarias; tatuajes y camisetas de tirantes para enseñarlos en su total y enorme fealdad; carnes excesivas mostradas sin pudor....Y abuelitos, los pobres, que "para que vaya más fresquito" me los visten con esos pantaloncitos por debajo de la rodilla cortados, con los tenis, y los calcetines; y las camisetillas tupidas a sus enormes barrigas duras y crónicas como el tiempo que les queda... Pues eso: imposible padecer tanto dolor visual, y auditivo: ¡cómo chilla la gente con la caló!...

Y tras una leve comida (arroz negro mirando al mar), regresé, descapotado en la roadster, para recuperar así mi alianza con la vida, con el mundo: una leve neblina que salía del mar a la altura de Torre Real, ayudó sobremanera a aquella necesaria reconciliación.

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