jueves, 28 de agosto de 2008

SOBRECOGIMIENTO

Las noches últimas (a estas horas leo la prensa escrita en papel) aparecen vestidas de muerte. Las esquelas, esa prosaica función de informar a los lectores de los fallecimientos ajenos a cambio de una tarifa (para muchos periódicos fue siempre una de sus más importantes fuentes de ingresos), cuando de siempre pasé por ellas casi sin inmutarme, desde hace tiempo dedico el que ya no dispongo, a ojearlas, a leerlas (he decidido que el tiempo que me queda te lo dedicaré a ti, futuro en la pereza).
Y así como ayer supe de la muerte del amigo (descansa en paz, amigo Carlos Román; me enteré tarde de tu huida. Te recordaré siempre por las noches de calle Betis, donde aquel bar de copas y donde tanto nos reímos...), hoy sé de la muerte del hijo mayor de Vidal-Beneyto, del que tanto admiro su sabiduría y su enorme cultura...

No he sido padre, y creo que ya no lo seré... Pero he sido hijo de madre afectada por un hecho tan cruel como la pérdida de un hijo, y he sido hermano de aquella terrible pérdida. Y sobrecoge, hasta casi la incomprensión, leer el obituario que un padre, José Vidal-Beneyto, le dedica a su hijo, Miguel Vidal Ragout, tras fallecer éste el pasado día 25 en Cercedilla...
Quizá la palabra incomprensión no sea la correcta, pero me resulta extraño y fuera de lugar. Me refiero a que un padre, tan en caliente, no está para exaltar tanto la vida profesional de un hijo fallecido tan violenta como inesperadamente... Serían horas más propicias al silencio, al desgarro personal y colectivo de sus seres queridos, que a la exaltación de la profesionalidad-honestidad del hijo que tan joven ha muerto.
En cualquier caso, es más elegante que lo haga alguien ajeno a uno.
El mundo de hoy, muchas veces, me sobrecoge en exceso...