martes, 5 de agosto de 2008

CRONICAS GALLEGAS (36)

El mes de agosto prosigue su andadura por las tierras de Galicia. Y si la ola de calor, por mor del aire africano, llegó a media España, al menos por aquí, por el norte más atlántico, no llegó ese maldito aire...
Y así, la mañana apetece pasearla por A Barca, encima del Lérez, el río de Pontevedra que busca la ría para morir en el mar más abierto al fin del mundo; es el atlántico, es el mar que llega a las américas, a lo lejano, a lo ultra marino... A las indias, al caribe...
Y poco a poco se va acercando la hora del retorno; esa maldita hora de la vuelta a los calores, a los días insoportables en vivirlos, en pasearlos, en sentirlos... Si no fuese por el traslado de los restos de Sevilla, y si no fuese porque Encarna (necesaria en aquel traslado) se opera la rodilla los primeros días de septiembre, el peregrino quedaría más tiempo por estas tranquilas y soportables tierras gallegas, donde vivir es más fácil, llevadero y placentero...
Pero la intendencia le llama; lo prosaico le reclama: pronto será la hora de partir, ¡oh abandonado!...

Sólo queda un consuelo: más temprano que tarde volverá el peregrino a peregrinar por las tierras de Castelao en busca de su ansiada utopía de la felicidad...