viernes, 15 de agosto de 2008

CRONICAS GALLEGAS

La que será última crónica gallega de esta temporada no podía empezar mejor: Galicia despide al peregrino con un día gallego; con nubes en gallego; con soles en gallego. Y con orballo...

La luz grisácea deja correr un leve movimiento del aire que refresca los sentidos. Y si el alma transita con melancolía en esta despedida, al menos el cuerpo agradece a los dioses que la morriña sea más llevadera...

Y es que sin aún haber marchado, el peregrino ya es víctima de la suadade...
"¡Qué bien vivo en Galicia!", se dice asimismo. "¡Ay!, cuánto echaré de menos estas tierras", se dice también...

Porque deja muchas cosas; muchos paisajes hermosos; muchos días frescos y soberbios; muchas horas de sosiego y de reencuentro con las zonas más nobles de ciertos seres humanos; los que importan, los que nos llevan, los que nos atrapan y los que necesitamos ya para siempre en nuestras vidas...

Y así, sabe que dejará de verla, de estarla, de pasearla, de sentirla, de paladearla y de disfrutarla. Habla de Elena, esa niña gallega con nombre de diosa griega que vive en el Olympo de la Tierra de Rosalía, y sin la cual el peregrino renunciaría a su peregrinar constante hacia la utopía del sosiego; es decir, el encuentro con la felicidad total de disfrutar de la plenitud de la belleza.

Y entonces le dice a Elena...
"Volveré pronto, querida mía; Galicia y tú ya van para siempre en mi corazón. Y si la grisura de esta Tierra en verde es la alfombra de su cielo, tu piel de ciruela del paraíso ya para siempre será mi cielo protector"...

Galicia despide al peregrino con un día gallego; con nubes en gallego; con soles en gallego. Y con orballo...