viernes, 15 de agosto de 2008

LOS REGRESOS (1)

Regresar no sólo es volver al lugar de donde se partió. Regresar también es abandonar el lugar donde se estuvo. Y si se parte hacia aquel lugar con la ilusión de alcanzar la felicidad deseada, regresar al lugar de donde se partió no sólo es un desgarro de aquella ilusión; es también dejar atrás la conquista de aquellos territorios donde fuimos felices. Porque los lobos esteparios, los que nos refugiamos en nuestros paraísos interiores, nosotros, los solos, necesitamos de territorios cercanos, nobles y laxos, aquellos donde nos refugiamos en la permanente utopía de la conquista de la felicidad...
Ayer abandoné la tierra que amo para regresar a la tierra que profeso. Atravesar el oeste español (Pontevedra, Orense, Zamora, Salamanca, Cáceres, Badajoz, Huelva y Sevilla), tras 950 Km. y 10 horas sentado en la roadster, con pincho de tortilla en Puebla de Sanabria (Zamora), con media ración de jamón en Baños de Montemayor (Cáceres), al dejar Béjar (Salamanca), con café en Zafra (Badajoz), con chocolatina en El Ronquillo (Sevilla, a 50 Km de la capital), es un espectáculo que los dioses me ofrecieron ayer.
Y tras pasar la noche en Sevilla (indescriptible la calor), alcancé el mar, mi mar, cuando eran las 13,30 horas (también indescriptible el terral de Málaga).
Definitivamente, regresar no sólo es volver al lugar de donde se partió...

P.S. Te extraño, querida Elena...