viernes, 15 de agosto de 2008

LOS REGRESOS (2)

Ayer, tras realizar acciones prosaicas pendientes (bancos e intendencias varias), alcancé al fin El Rincón de la Victoria, cuyo nombre es relativo a una muy cuestionada heroicidad de aquel bajito siniestro gallego; en esta ocasión, en cambio, su nombre sí que pareciera "ad hoc": atravesar Málaga desde la Costa Occidental para alcanzar la Costa Oriental, no sólo fue una verdadera victoria, sino que además se necesitaron más que fuerzas para retomar el regreso...
Porque si ir en verano hacia ciertos destinos y hacia ciertas personas -con calores insoportables, con caravanas de coches en humo y con asfaltos a punto de romperse de dolor-, nos solivianta, al regresar a donde uno, allí en donde están tus cercanías más propias, tus espejos, tus relojes, tus horas y tus tiempos concluyes no volver a hacerlo. Y es que la hazaña no sólo fue victoriosa, sino también estéril y desdichada: el tiempo es inexorable y las afueras te resultan cada vez más y más insoportables...
Y entonces uno recuerda que en la vida siempre vamos y vamos sin reparar en sus consecuencias. Ciertamente, el reencuentro con los seres humanos que nos importan supera todo malestar; pero también es cierto, que permanecer -y sufrir- en el espanto y la claustrofobia por las carreteras del sur en estos veranos imposibles anulan toda posibilidad de sosegar la felicidad de aquel reencuentro con aquellos seres humanos que forman parte ya inevitable de uno y de todos los que nos rodean...

Son los regresos; a ciertos paisajes, a ciertas personas, a los que el tiempo se ocupa en transitar inexorablemente hacia la nada...
Y también son los regresos a indecentes calores y agobios insoportables...

Las desdichas son para el verano...