lunes, 12 de mayo de 2008

EL MUNDO DE HOY

Leer a Stefan Zweig, en su "EL MUNDO DE AYER" (Acantilado), tiene un doble efecto: por un lado, disfrutas de su extraordinaria y emotiva visión de un mundo que ya se fue y que no conocimos nosotros, y por otro lado, tienes la frustrante y permanente tentación de comparar aquel mundo de ayer con el mundo de hoy...
Y claro, ni la Viena de entonces es la Viena de hoy, ni aquel mundo de ayer es ya el mundo de hoy...
Muchos piensan que afortunadamente... Yo, y no creo ser el único, en cambio, echo de menos aquel mundo de aquella Viena exquisita, culta y sólo preocupada de la belleza de vivir...
Mientras Stefan Zweig nos describe cómo la mayoría de la población vienesa de entonces (finales siglo XIX y principios del XX) era culta y exquisita en educación y consumo de bienes del alma, llegar a casa tras un día de ajetreos de médicos y mundanal ruido, y ver en TV a una tal Belén Esteban, o a un tal Paquirrín, copando minutos de consumo en este medio mayoritario y revolucionario de comunicación, al principio del siglo XXI, es, cuando menos, desolador...
Y entonces me bajo del tren de la historia y me veo refugiado en el paraíso interior de aquel mundo de ayer, en aquella Viena exquisita y culta, y que, por desgracia, no hemos podido disfrutar...
Nos queda, al menos, el consuelo de que alguien nos lo cuente tan admirable como emotivamente lo hace Stefan Zweig...