domingo, 11 de junio de 2017

MUSARAÑAS

Esta mañana, en la cama aún, seguía leyendo a J.A. Muñoz Rojas. Y de su libro Las Musarañas (Pre-Textos, Valencia 2002) leí este texto que me llevó, inevitablemente, a los años de la infancia en la casa de los abuelos maternos, en Coín, donde un jardín, un patio y una fuente de ranas que formaron parte de nuestro paraíso escondido en aquellos años de silencios y derrotas...
El poema en prosa es este:
LAS ANCHAS TARDES
¡Qué anchas eran las tardes! Se perdía uno entre ellas. Estaba el cielo alto sobre el patio, o el jardín, la tarde, como el mar en los mapas, llenándolo todo de azul, y nosotros como barquillos en el mar. No sabíamos dónde ir, ni en qué quedarnos, ni para qué. Subíamos a los corredores o bajábamos al jardín y nos quedábamos junto a la fuente, metíamos la mano en su agua, oíamos los gorriones, quizá cruzaba un palomo, o caía una campanada. Por la calle, nadie. Porque los que pasaban a diario acababan por no ser nadie, ser un poco más de aquel silencio, tan grave, de la tarde.
Y uno andaba vacío, de acá para allá, sin tener dónde asirse, vanamente; de acá para allá, esperando con vaguedad la llegada de algo sobre la tarde, tan ancha, tan serena e impenetrable.
José Antonio MUÑOZ ROJAS (del libro LAS MUSARAÑAS)



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