domingo, 4 de octubre de 2009

VIVIR ES UN INSTANTE AL SOL

Muchas veces, todas las veces, me digo: no tienes derecho a quejarte.

Ya se sabe de mi malestar ante el mundo; y de mis distancias para con el común de los mortales... Inocentes, quizá los tardíos (el tiempo les descubrirá la nobleza del decoro intelectual), quizá los ciegos que miran pero no ven, ¿o quizá que no miran para no tener que ver...?

También ya se sabe que no soporto a los poderosos sin escrúpulos; a los mentirosos que juegan al poder engañando a los inocentes; a los malvados que en nombre de la libertad juegan con las ilusiones de los que no la poseen y la anhelan...

Muchas veces, todas las veces, me lo digo: no tienes derecho a quejarte...

Sí, es cierto, no tengo derecho a quejarme; antes al contrario, todo en mí debían ser agradecimientos. Sí, gracias a la vida por hacerlo en esta familia en la que me tocó vivir... Porque la vida es una lotería, y vivir, un instante al sol...
Y ser biznieto del Señor Don Paco, fiscal con levita, borracho, loco, putero y sentimental, fue un lujo...
Ser nieto de Don José, el abuelo Pepe, el abogado rentista, el meapilas neurótico de la Adoración Nocturna (¡menos mal, así daba descanso a la abuela-coneja!), el amigo de obispos, monjas y curas, amanerado y bondadoso, cargado de hijos, y casado con la Abuela Africa, al parecer la mujer más buena que hubo sobre las tierras más cercanas, fue un orgullo...
Ser nieto de Don Modesto, el abuelo farmacéutico de Tolox, el hombre bueno y machadiano, que adoraba a Ramón y Cajal y que amaba también La Vegueta, aquella finca que ya forma parte de lo más hondo de sus nietos y biznietos, y casado con la abuela Carmen, la divertida y elegante abuela y que tanto me protegía de mis males, fue todo un placer...
Y ser hijo de Don Miguel y de Doña Lola, mis padres, fue todo un sello, un ser y un saber estar en el mundo...
Luego vinieron las desgracias; las muertes; los dolores y las enfermedades... Y las más grandes de las amarguras...
Pero eso es también vivir, no sólo un instante al sol. Y hubo instantes de tinieblas, de miedos, de desamparos, de quietudes, de dudas, y de terribles desconsuelos. Y siempre pude ver otra vez la salida del túnel; y allí, de nuevo, otra vez la vida volvía a ser un instante al sol...

Muchas veces, todas la veces, me lo digo: no tienes derecho a quejarte...

Ya no tengo a mis antepasados como excusa, aquellos que me hicieron la vida más hermosa; también es cierto que nunca tuve, que no tengo, familia al estilo tradicional, de mujer y hijos... Pero si tengo a gente maravillosa a mi alrededor; tías, hermanos, cuñados, sobrinos, amigos, seres todos que sé de cierto que estarán siempre ahí; por si acaso; por si alguna vez olvido que no tengo derecho a quejarme...
Porque sólo basta mirar a nuestro alrededor para ver cuánta miseria y cuánta injusticia hay en el mundo; porque sólo basta mirarte al espejo y concluir que sí, que la vida es un instante al sol y que ese instante siempre te estuvo acompañado de protección, ternura, belleza y hermosura...
Gracias a la vida.


"Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes al hombre que yo amo"

Violeta Parra

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