viernes, 16 de octubre de 2009

EL AMANECER Y EL ANOCHECER

¡Qué hermoso es ver amanecer!

Cada día, cada aurora; cuando el alba, cuando el amanecer, el sentimiento que nos inunda el alma es de tal belleza, de tan grande complacencia y hermosura, que sólo el crepúsculo, esa otra forma coqueta del día para despedirse de nosotros, es capaz de alcanzarlo en admiración y excelencia...
Claro que para crepúsculos, los atlánticos; nuncanojamas olvidaré una noche de septiembre, en Bajo Guía, en Sanlúcar de Barrameda, cuando, sentado en los poyetes del paseo marítimo, extasiado, sorprendido y embobado, asistí a aquella inigualable puesta de sol que tardó más de dos horas, hasta apagarse la luz por encima de los pinares del Coto de Doñana. El mar, aquel inmenso océano, amarilleaba, enrojecía o se amorataba... Y los pinos parecieran elevar a los cielos el fuego de su sorpresa y contento... Como tampoco puedo olvidar las puestas de sol gallegas sobre las Islas Cíes; desde el Puente de Vigo; o desde la playa de Lagos; o desde Baiona; o desde Playa América; o desde Poio...

¡Qué hermoso es ver anochecer!

Pero para amaneceres, para las albas, para las auroras, los mediterráneos... Porque salir de Calahonda, tropezarte con el mar amarilleando ennegrecido, con los cielos enrojecidos y anaranjeando, cuando los primeros celestes coronan las nubes violetas, el espectáculo es ya tan imposible de sobrellevar que a veces, muchas veces, tengo que parar la conducción y detener el cuerpo invadido de temblores y sobresaltos...

Sí, ¡qué hermoso es ver amanecer!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios