domingo, 29 de junio de 2008

CRONICAS GALLEGAS (5)

CRONICAS GALLEGAS (5) 29 DE JUNIO DE 2008

Si no me equivoco, hoy es San Pedro, el más grande apóstol, aquel que levantó la Iglesia Cristiana, aquella que tanto nos hizo padecer a lo largo de la historia de los 2000 últimos años de Occidente…

Pero hoy quiero recordar a los pedros que me ayudaron, con su presencia siempre cercana en mi vida, a ser mejor persona; a sobrevivir entre tanto lodo y podredumbres del mundo; a renacer ante la miseria de la vida…

Y de entre todos, hubo uno, Pedro Recuenco, al que no hay día que no recuerde ante cualquier asombro de las dudas y/o los placeres, ante cualquier adversidad de las certezas y/o las miserias de la vida. Y ya, tú, mi querido Pedro, no sólo formas parte de mi ser, de mi estar en el mundo, sino que ya para siempre te llevaré presente durante el tiempo que me queda. Porque si somos el tiempo que nos queda, como también somos el pasado que no nos queda, tú, mi querido Pedro, siempre, siempre formarás parte de mis tiempos; mi tiempo pasado que no me queda y mi tiempo futuro, el que me queda: tú, mi querido Pedro, desde que me dejaste solo, desde que te fuiste del mundo del que -y donde- tanto disfrutabas, desde entonces, amigo Pedro, te busco en cada detalle que merece la pena; en cada rincón de belleza; en cada instante de luz hermosa; en cada cercanía, te encuentro; como en cada risa te me apareces con un guiño de complicidad… Y también, que sepas, te busco en cada derrota, en cada contrariedad, en cada sinsabor…

¡Cuánto nos hemos reído del mundo! ¡Y cuántas veces hemos desmantelado a los fantasmas, esos seres humanos (las más de las veces, inhumanos) que se estimaban sobresalientes de la nada, en aquella mediocridad que tanto nos bordeaba a diario! ¡Y cuánto desprecio a la vanidad inmerecida, con esa elegancia tuya, con esa dignidad y, al mismo tiempo, desdeñando de sus actos y de sus pequeñas soberbias miserables!...

Querido Pedro, amigo, nuncanojamás te olvidaré; porque olvidarte sería olvidarme, y eso, además de no poder ser, es imposible, como decía aquel…

Me quisiste como al hijo que no tuviste (me llevabas el tiempo suficiente para haberlo sido); te quise como al amigo de entrañas, de complicidades; de triunfos, y de derrotas (¿o quizá como al padre ausente?).

Y tu estar en el mundo siempre fue admirado por mí. Tu libertad siempre fue mi guía; tu bondad, mi quimera.

Un día más, te recuerdo. Porque el mundo no ha cambiado: siguen mandando los de siempre, y seguimos sufriendo, también, los de siempre…

¡Felicidades, amigo Pedro!... ¡Que mis dioses se amparen de mi ante tu permanente ausencia! Porque ellos sí saben cuánto te echo de menos, querido amigo Pedro…