jueves, 19 de junio de 2008

EL REFUGIO DE LA MELANCOLÍA

La melancolía, ese estado latente de pre-muerte, de no vida, de tristeza, de agotamiento, de malestar, de desdén y amarguras, es un fervor caído... La melancolía, también es una esperanza, un tránsito, una espera: dicen que se aprende de las derrotas y de los sueños rotos...
Y como ya no tenemos edades para nuevos fervores caídos, ni tampoco para nuevas derrotas; y como tampoco tenemos edades para sueños imposibles (lo que de verdad no tenemos, es tiempo), al menos, siempre nos quedaban, hasta ahora, los refugios de la melancolía; aquella melancolía que fuimos cultivando ante la negación de las utopías de la vida y del mundo; aquella melancolía que nos fue llegando a través de nuestro pasamento y del consiguiente "malestar de la cultura" (Freud) en el mundo...
No concibo un ser humano medianamente sensible que no sufra en la vida, en el mundo; para con la vida; para con el mundo... Y ese sufrimiento, cuando se es medianamente sensible, se transforma en melancolía; una melancolía que necesitaba refugios desde donde reflexionar, desde donde retomar fuerzas, y desde donde recomponerse aprendiendo de las derrotas, de los sueños rotos que le produjeron aquella melancolía... Pero también la vida, con el tiempo, en su pasamento, en su constante declive hacia la nada, nos va anulando muchos de aquellos refugios...
Y la izquierda, el pensamiento político de lo que llamábamos izquierda, aquellos principios mínimamente morales y acordes con un mínimo ser humano solidario, aquella izquierda siempre fue el más grande refugio de aquella melancolía, la de la derrota, la del fracaso, la de los sueños rotos y la de las respuestas colectivas al malestar en el mundo...
Hoy, cuando han pasado tantos años, cuando han pasado tantas cosas, cuando ya ni siquiera tenemos tiempo, siento que el más grande de mis refugios, donde mi melancolía se refugiaba del mundo y de aquellas sus miserias, se desmorona como lo que soy, una gota triste en el océano de amargura del mundo...