Era siempre en el amanecer; cuando aún las barcazas sobre el mar... Y era el mar sin olas: sólo adioses lejanos y desconocidos...
El mar era, también siempre, lago en su quietud de muchedumbre. Y entonces supe de mí: he vivido, cada amanecer, buscándote allí, encima del mar, por entre mis sombras; aquellas que se van formando en la necesidad de una costumbre: la de no tenerte...
El mar era, también siempre, lago en su quietud de muchedumbre. Y entonces supe de mí: he vivido, cada amanecer, buscándote allí, encima del mar, por entre mis sombras; aquellas que se van formando en la necesidad de una costumbre: la de no tenerte...
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