sábado, 4 de marzo de 2017

MISCELÁNEAS DE MARZO

La verdad no existe; si acaso, diferentes parcelas de verdad que dialécticamente acaban en una consensuada verdad; una verdad, en todo caso, de carácter temporal hasta que aparezca un nuevo consenso social sobre aquella pretendida verdad.

En cualquier caso, la búsqueda de aquellas parcelas de verdad y sus posibles consensos mayoritarios es, quizás, la más noble tarea del ser humano para con la sociedad a la que pertenece.

En cambio, la mentira sí existe; y la peor de todas es la abanderada por aquellos que saben que mienten...

Y esta es, quizás, la más innoble e indecente actitud humana ante sus semejantes, aquellos miembros de la sociedad a la que pertenecen los que mienten...
Unos mentirosos que basta con serlos una sola vez para volverse pronto en convulsivos y presos de su inhumana y amoral actitud.
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La mentira es un delito.
Y mentir es de delincuentes.
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Llega una edad en la que la felicidad sólo consiste en que no sucedan cosas importantes y en aceptar los días de sol o de lluvia...
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Lo vengo sosteniendo desde hace tiempo: el enemigo estaba dentro del PSOE. Y el tiempo me ha dado la razón: sólo veo odio entre los militantes...
Y lo que debiera ser un proceso de primarias de admirar democráticamente se ha convertido en odio y cainismo de los ballets de cada candidato.
¿Así van a construir los militantes una alternativa?

Los militantes, hoy por hoy, son el problema del PSOE pues sólo saben de rencores y de odio. El cainismo histórico y los tiempos pasados y acumulados entre facciones de poder es lo que impide crear una opción de futuro para la sociedad española; una opción que ilusione al electorado...

Sí, hay mucho odio acumulado entre los militantes del PSOE. Unos militantes que no superan las 180.000 personas y que no es proporcional a los sentimientos progresistas y democráticos mayoritarios de una población española de 47 millones de ciudadanos.

Sólo mensajes claros de unidad y de solidaridad podrían reconvertir la situación; pero me temo que hay muchos intereses personales -más que políticos- en juego.


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