viernes, 2 de abril de 2010

CRÓNICA DE UNA SEMANA SANTA (VI)

Ayer fue día de recogimiento... Como merecía la jornada: el día previo a toda partida es, siempre, día de recogimiento y balance... Y de mucha melancolía; ese estado dichoso de saberse triste; por la partida; por la huida; por volver y dejar atrás la hermosura de Galicia...
Hoy, cuando eran las 9,10 horas, iniciaba el retorno: siempre estamos volviendo; al origen, al comienzo... Y a la nada; será, para entonces, el retorno final.
Y cuando eran las 18,00 horas, alcanzaba el apartamento-estudio que mantengo en Bormujos (Sevilla), desde donde mañana partiré para mi otro mar, el Mediterráneo; aquel mar eterno; y al que siempre, también, retornamos...
Han sido siete días, como siete gracias de los dioses: ¡qué bella es Galicia!... ¡Y qué suerte la de este peregrino en alcanzarla cuando sus dioses se lo permiten!
Y reseñar, también, la belleza de Zamora, Salamanca, Béjar, Baños de Montemayor (espléndidos jamón y queso que tomé en EL SOLITARIO, un lugar donde repetir con toda la familia), Cáceres, Mérida, Zafra...
Y espléndida la Autovía de la Ruta de la Plata, que nos ha acercado Extremadura, las tierras imperiales de las Españas, tan bellas como cercanas...
Mañana, al fin, estaré, de nuevo, en el Mediterráneo... Mi mar, mi casa...
Atrás queda Galicia, a la que pronto volveré: las cosas importantes hay que dosificarlas; para no llegar a cansarse de ellas: sólo se ama lo perdido; porque una vez se amó, y ya se ama para siempre.
¡Ay, Galicia!... Siempre te llevo en los adentros...

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