jueves, 22 de noviembre de 2018

CUIDADOS PALIATIVOS

Como todos los jueves a las 10 horas se presentó la asistenta, la chica que se encarga de mis cuidados paliativos... Sí, cuidar de la casa y sus asuntos son parte de mis necesarios cuidados paliativos; para no empeorar mi calidad de vida y mis tragedias mediterráneas con tanta agua y tanta humedad en esta costa que llaman del sol, un sol ausente ya demasiados días...; entre otras contrariedades que me abaten y entristecen...
Y claro, es llegar a casa y salgo pitando: ¡qué ordinarios son los ruidos de la aspiradora, los cubiertos, los platos, etc, para alguien como yo que habito en el silencio de mi monasterio sin hábito!!!
Al cabo, me instalo al modo refugio en una cafetería de la urbanización mientras llega la hora de pelarme: a las 12... Y para mi bienestar, oigo en los cascos inalámbricos a Pablo Guerrero mientras tomo café y aguas minerales... Enfrente, separados por un cristal, como una metáfora de lo imposible, se sienta una mujer hermosísima, coqueta, maquillada comm’il faut, delgada, y unos ojos que vuelven loco a cualquiera... Y claro, uno que está educado en eso de no mirar (recuerdo a mi madre siempre: ¡niño, no se mira!; hoy, que la gente te mira y mantiene la mirada largo rato, eso tan maleducado como terrible) pues de vez en cuando se me van los ojos buscando a los suyos...
—Lo siento, me gustaría decirle... —¿Te importa que te mire???... —¡¡¡Es que me derrito ante tus hermosos ojos!!! ¡Tan claros, tan necesarios para mi sustento!!!...
Pero no; me reprimo, no vaya a ser que se me acuse luego de acoso, que la cosa se ha puesto complicada!!!
¡Qué tragedia ser víctima siempre de la hermosura!!!
¡Sí, necesito cuidados paliativos!!!
¡O me tiro al mar!!!!


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