jueves, 1 de febrero de 2018

CONFESIONES DE UN EREMITA, HETERODOXO Y ATEO (VI)

1 DE FEBRERO DE 2018
Esta mañana, al alba, recibí un nuevo correo de Samuel, el eremita sin ermita, en el que me agradece la exquisita comida de ayer y felicitándome por el punto que le di a los gambones y, sobre todo, por la ensalada de rúcula, tomates secos y queso rallado parmensano… Y también me dice que siente mucho lo de la cuñada del primo Javier. Ya sabe que en mi familia paterna hay muchos Javieres...
Durante la comida de ayer me contó parte de su vida. Me dijo que era un profesional muy considerado como arquitecto de viviendas unifamiliares durante los últimos 80 y primeros 90, época en la que construyó y rehabilitó muchas en el Viso de Madrid, en Las Rozas, Pozuelo, etc; y en La Moraleja, barrios donde los nuevos ricos, nacidos al calor de la economía del pelotazo de aquellos años, intentaban imitar a las clases altas ya instaladas en aquellos barrios y urbanizaciones…
-Tenían mucho dinero, me dijo, pero era gente muy vulgar, muy maleducada, y de un mal gusto deprimente, más allá de avaros hasta lo indecible… Regateaban hasta la última peseta… Parecían todos cortados por el mismo patrón de ‘catetería’ y malas formas… Eso sí, todos vestían igual y con los mismas firmas decadentes de entonces, aquellas que los identificaban como lo que eran, meros nuevos ricos sin educación para siquiera disimular que no la tenían… Aquella España que crecía y crecía hasta que estalló la burbuja, una burbuja, me dijo, que más que inmobiliaria era de catetos que se habían dedicado a especular con el ladrillo…
-Gané mucho dinero, me dijo también; pero con mucho coste moral, aseveró… Y es que mientras más ricos eran, más avaros también: tenían los bolsillos llenos de miserias…
Pasaron los años, me siguió contando, y con la llegada de la crisis financiera y la explosión de la burbuja inmobiliaria cayó mucho el trabajo y mi pareja de toda la vida enfermó de gravedad… Caí entonces en una profunda depresión y malestar que me llevó a pasar por momentos muy difíciles.
Para colmo, mis hermanos menores habían heredado el negocio familiar, negocio que acabó en quiebra tras intentar socorrer financieramente a mis hermanos, que al menos salvaron conflictos judiciales con proveedores y bancos, además de posibles penas de cárcel. Perdí todos mis ahorros hasta entonces. Y mi pareja me abandonó: no se encontraba con fuerzas para seguir soportándome… Vendí mi casa de Madrid hace unos meses y decidí instalarme aquí, donde en verano veníamos con mis padres de vacaciones, cuando aquellos años de Sevilla y cuando la vida me esperaba…
-Bueno, por hoy ya está bien, me dijo. Bastante lata te he dado con mi fatalidad de vida que he llevado hasta la fecha. Y además, ya estoy mejor; la depresión ha desaparecido y me he convencido de que la vida es más simple y más hermosa de lo que nos creímos que era… Creo que he vuelto a ser feliz aceptando el mundo y sus días como vienen y quedan: la impotencia de nuestra pequeñez es una conclusión de la vida. Y de la muerte: estamos, querido Javier, más cerca de esta que de aquella, acabó diciéndome…
P.S. Me manda una foto de algunos de los libros que leyó en su día y que cree son también lecturas que le hicieron mucho daño… Pensar duele, me dijo. Como amar nos mata…
Callé: me quedé sin palabras...


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