29 DE ENERO DE 2018
Samuel, el eremita sin ermita, me manda un correo excusándose: habíamos quedado en tomar hoy juntos el aperitivo, pero hace tanto viento -y ha llovido tanto- que ha pasado una mala noche: el viento le trastoca la mente y le lleva a los días oscuros de su alma; aquellos que pasó cuando comenzó su actual estado… Eran los años en los que leía mucha literatura maldita y pensadores cínicos que le hicieron ver las mentiras del mundo...
Samuel, el eremita sin ermita, me manda un correo excusándose: habíamos quedado en tomar hoy juntos el aperitivo, pero hace tanto viento -y ha llovido tanto- que ha pasado una mala noche: el viento le trastoca la mente y le lleva a los días oscuros de su alma; aquellos que pasó cuando comenzó su actual estado… Eran los años en los que leía mucha literatura maldita y pensadores cínicos que le hicieron ver las mentiras del mundo...
-Leer a Chamfort, a Nietzsche, a Schopenhauer, a Cioran, a Wilde, a Whitman, a Pessoa, a Thoreau, etc, me hicieron mucho daño; o quizás, estaba preparado mi ser para que aquellos locos me lo hicieran, -me dice finalizando el correo y a modo de despedida…
Le dije que no se preocupara, que pronto pasará ese estado y que si necesita algo que no dude en llamarme…
Tras las disculpas por haberme contado sus miserias, me manda unos versos de LES FLEURES DU MAL de Baudelaire, que sabe que amo:
“La estulticia, el error, la ruindad y el pecado
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan sus piojos”
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan sus piojos”
(Ch. BAUDELAIRE)
Y así fue pasando la mañana...
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