domingo, 5 de junio de 2016

EL MAR DE ENFRENTE

Necesitaba verlo. Saludarlo después de tanto tiempo.
Era azul, el mismo azul que he llevado en mi memoria, el azul del mar más mío, más cercano y más sentido siempre.
Pero por el Sur ya llegó el verano y con él su muchedumbre hortera de playas, tatuajes y sudores sobre cuerpos al aire espantosos y feos como una violencia...
Definitivamente, no soporto el mar en verano por la gente tan ordinaria que lo hace suyo...
El mar lo sabe y tampoco lo soporta. Pero no puede remediarlo: se refugia en su grandiosidad y en su propia fortaleza, sabedor de que al cabo sobrevivirá un año más al horror del verano...
No soy elitista; mi problema es que no soporto la vulgaridad, el ruido innecesario, la falta de respeto al silencio y la mala educación de las Españas, síntomas que afloran siempre en los espacios públicos más masificados: lo malo siempre se contagia, como una mala enfermedad...
Acabaré con el café y las aguas minerales pronto, y subiré a casa a refugiarme del espanto...


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