Todo ser humano es egocéntrico por naturaleza, un egocentrismo que se agudiza en cuanto se destaca profesionalmente un poco por encima de la media. Y es en el control de ese egocentrismo donde se percibe con nitidez la mediocridad o no de toda persona, pues una de las virtudes de toda gran persona, y quizás la más clarividente de su altura profesional y humana, es la humildad, justo lo contrario del egocentrismo...
Pero aunque es un asunto muy generalizado en todos los sectores sociales, curiosamente, es en el mundo del arte y de la creación, mundo al que se le exige un plus de humanismo, es decir, de respeto y de humildad ante los demás, donde más aflora aquel egocentrismo y aquellas vanidades excesivas, y que nada tienen de humildes, por otro lado, sino todo lo contrario...
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