viernes, 8 de abril de 2016

AQUELLOS AÑOS... Y RAFAEL PÉREZ ESTRADA

Con apenas cuatro o cinco años entré en el Colegio de San Agustín, con los hermanos, regentado por la orden de sacerdotes de San Agustín, y donde mi padre había sido antiguo alumno. No salí del mismo hasta que terminé Preuniversitario: fui el último o penúltimo Preu (no recuerdo bien)...
Las hermanas lo hicieron en el colegio de El Monte, de monjas, donde la tía Africa García, la mayor de las hermanas de mi padre, licenciada en químicas, era la Madre Superiora, que luego, con los años, llegaría a regentar la orden a nivel nacional de España; era la orden francesa de La Sagrada Familia de Burdeos...
Durante los fines de semana y las vacaciones regresábamos al pueblo, a Coín, y en verano, a Tolox, el pueblo de los abuelos maternos y donde un campo eterno en la memoria colectiva de más de cuatro generaciones...
Y llegó la Universidad. Ya por aquellos años conocí a Rafael Pérez Estrada; y ya en la Universidad de Málaga, a mi regreso de Sevilla, por donde anduve dos años en su Universidad, traté con más asiduidad al enorme escritor y, sobre todo, bellísima persona que fue, es, Rafael: ¡Ay!, ¡¡¡aquellas noches en el café Central a su lado!!! ¡¡¡Aquellas risas, aquella gracia!!!
Cuando Málaga quedaba desierta al cierre de los comercios y toda la ciudad era para los poetas y los estudiantes que empezábamos a reunirnos para salir a pintar las calles de consignas; o a discutir sobre la dictadura del proletariado y sus contradicciones...
Y siempre con el Marta Harnecker debajo del brazo y los estatutos del partido...
Inolvidable Rafael, que escribió cosas como esta:
PIENSO, LUEGO EXISTO
Pienso, luego existo;
y me respondió el objetual:
Los objetos existen,
luego piensan.
Y para redundar en lo dicho
empujé al suelo el jarrón utilizado
de pretexto hasta entonces:
Y sufren — añadí —
en silencio.
Rafael PÉREZ ESTRADA



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