viernes, 4 de septiembre de 2015

QUINCE AÑOS YA SIN RAFAEL...

"Se cuenta de una mujer que fue devorada por la luna. Y se dice que sus gritos fueron de plata"

Rafael PÉREZ ESTRADA

(mi pequeño homenaje a Rafael, quince años ya sin él)




NADA DE LO HUMANO LE ERA AJENO

Era el verano de 1971. Yo acababa de regresar de Francia, de estar unos meses en aquel país tan mítico en mi formación sentimental. Aquel día de julio me encontraba en Málaga, con mi hermano Modesto, y subimos a su despacho de abogado: mi hermano había quedado en llevarle unos libros y unos papeles. Y me lo presentó.
Recuerdo que me preguntó que qué estudiaba; le dije que pronto iba a empezar, en Sevilla, en octubre, la carrera de Arquitectura (estudios que abandoné con posterioridad). Nada más oír de mí que intentaba ser arquitecto me pidió perdón por cómo tenía de papeles la mesa suya de trabajo y el desorden de tanta carpeta y expediente; y todo ello vociferando su descuido, maldiciéndose, y solicitando mi perdón por haberme recibido en tales condiciones, ¡tan impropias para un futuro arquitecto!!!...
Nunca he olvidado esta maravillosa anécdota...

Así conocí a Rafael Pérez Estrada... Recuerdo, también, que, al salir del despacho, camino de Coín, le comenté a mi hermano que qué hombre tan simpático y tan encantador acababa de conocer.
Yo tenia 18 años y desde entonces tuve la fortuna de tratarlo más a menudo al regresar de Sevilla, cuando aquellas noches del Café Central, donde tantas tertulias y risas entre café y miles de maravillosas anécdotas, citas, reflexiones, boutades. Rafael era un encantador de personas...

Más tarde, en los años ochenta, fuimos vecinos en una urbanización de Coín, donde pasaba largas temporadas; y cuando yo regresaba los fines de semana de Cádiz o de Sevilla, donde trabajaba... Y no era extraño encontrarse con él en el Bar de Barrueso, en la Alameda de Coín,. Rafael amaba a mi pueblo y allí era feliz...

Sí, yo tuve la fortuna de conocer y tratar a un hombre especial; Rafael no sólo fue bueno como profesional de la abogacía, que lo era, o como un inmenso artista, que también lo era (pintor, dibujante y escritor); Rafael fue, sobre todo, un hombre encantador, simpaquitisimo, culto y refinado. Pero por encima de todo, fue muy buena persona; y reconozco que su simpatía y su bonhomía siempre me han ayudado a ser mejor persona. Y sí, yo tuve la fortuna de tratarlo, sentirlo, vivirlo; esa enorme dicha de haber sido partícipe de algunos momentos de su vida.

Rafael era una de esas personas a las que imitar en todo y siempre lo he sentido como lo que fue y será para mí: un enorme creador al que nada de lo humano le era ajeno, amigo de sus amigos y elegantemente inteligente, culto y trascendental.

Ya no está entre nosotros, pero nos queda la dicha de leerlo siempre y para siempre...

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