domingo, 13 de septiembre de 2015

CRISIS DE LA DEMOCRACIA



Hace tiempo, desde el inicio de la crisis financiera, agravada con la crisis de la deuda, que se pone el acento en culpabilizar a los partidos socialdemócratas de haber abandonado su ideario, su programa y sus ideas... Y que por esta razón han sido despreciados por el electorado, que les ha ido mermando apoyos año tras año... Y casi todos los analistas se fueron apuntado al fenómeno Podemos como justificación de aquel abandono del ideario socialdemócrata, cuando lo de Podemos ya hemos visto con el tiempo que no era nada nuevo como ya habías denunciado algunos: ya en la transición política existían esos mismos discursos dentro de las familias a la izquierda del PCE; y todo ello más allá de que siempre en toda crisis económica aparecen los radicalismos de izquierdas (el infantilismo de la izquierda siempre inmadura) y de derechas (los ultranacionalismos).

En cualquier caso, quizás porque no interesa desviar el análisis hacia ese terreno, niego la mayor: no ha habido abandono del ideario de los partidos socialdemócratas al llegar al poder; lo que ocurre es la consecuencia de una triste realidad, una realidad que fue acabando, por ejemplo, con el gobierno francés en su intento de cambiar el rumbo de las políticas de austeridad hacia políticas de incentivos de la demanda interna y el empleo: los mercados le dijeron a Hollande que nada de nada, que por ahí no... Y tuvo que rectificar. Ya antes pasó en España, con mayor gravedad por la hondura de nuestra verdadera crisis.

Como he señalado en otras ocasiones, la conclusión, desde hace tiempo ya, no es que la socialdemocracia haya renunciado a nada: sigue más vigente que nunca su ideario; la conclusión es que la globalización que se ha desarrollado y consolidado ha puesto a las claras que el poder financiero, industrial y comercial, un poder que ha campado a sus anchas por falta de regulación mundial, es el que verdaderamente gobierna el mundo; como ha ocurrido siempre, por otra parte, sólo que no se visualizaba con tanta nitidez como hasta ahora... Por tanto, es un problema de la democracia, de Occidente, y de toda la ciudadanía: el poder no reside ya en la voluntad popular sino en los grandes grupos financieros, comerciales e industriales que usan y abusan de nuestros ahorros y del ahorro mundial, un ahorro que mueven por el mundo a su antojo; pensar que una promoción de viviendas sociales de Madrid se malvendía a un fondo de inversión "buitre" de manera legal (al parecer) es un ejemplo clarísimo de la renuncia de la ciudadanía (y de sus representantes) para ejercer su contrapoder frente al verdadero poder del comercio, el que ha movido siempre el mundo, sólo que, repito, no nos enterábamos tan a las claras como hoy de esta triste y difícil realidad. Y no reside en la voluntad popular porque las instituciones para ejercer esa voluntad popular están obsoletas en su eficacia para contraponer el poder político al otro poder real.

Hay, pues, una crisis de la democracia en el mundo y en Occidente de calado, siendo Occidente su valedora y donde se ha ejercido con mayores garantías y eficacia en el pasado; una crisis en tanto los estados-nación del pasado siglo ya no son operativos como contrapoderes ante los poderosos intereses del mundo económico real que ha abusado de la fragmentación del poder político en tanto ausente de una estructura continental y/o mundial que regule la actividad de aquellos poderes económicos reales. Y, por otro lado, la deuda de los propios estados -y de las empresas y bancos de muchos de aquellos estados- hace inviable el poder ejercer políticas en contra de aquellos verdaderos poderes al convertirse en acreedores de los propios estados: Si me debes 100, no me puedes pedir 1000, cuando veo que no podrás pagarme ni siquiera los cien que me debes… Y esa es la realidad: los estados nunca han detentado el mando del todo; sólo ejercieron de contrapoderes, de reguladores; y hoy, endeudados, tienen por desgracia menos margen de maniobra.

Para más inri, la crisis de los refugiados en avalancha hacia la Europa más rica es otro síntoma más de la necesidad de una gobernanza continental que ejerza de regulador también de los derechos humanos que amparan a estos ciudadanos que huyen de la muerte y del espanto.

La única opción, por tanto, es más política, más regulación, más acuerdos políticos globales que ejerzan de contrapoder frente a los poderosos intereses de las industrias y de los negocios que conforman el comercio internacional y que se mueven a sus anchas. Es la llamada necesaria gobernanza del mundo; y habrá que empezar, por ejemplo, con ir avanzando en una Europa Política y Federal, al menos para el área euro que tendrá que dejar de ser sólo una unión monetaria si quiere solucionar sus problemas de una vez por todas.

Y en éstas prosigue la locura del nacionalismo catalán y en el Partido laborista inglés aparece un nuevo líder con lo que llaman un discurso de izquierdas, volviendo a los tópicos infantilismos de aquella socialdemocracia que sigue anclada en el estado-nación y en los discursos nacionales; un Partido Laborista que debería avanzar hacia consolidar la Europa de los ciudadanos frente a los euroescépticos de los conservadores ingleses.

En suma, la crisis de la democracia en Occidente no es sino la crisis de la soberanía popular como poder regulador de los distintos contrapoderes reales de las sociedades modernas; por una simple razón: los estados nación del pasado están obsoletos para ejercer de contrapoderes en un mundo globalizado.

Sí, en el mundo se ha globalizado todo menos la Política. Y sin Política nunca habrá democracia ni ciudadanía libre, y sin Política los grandiosos intereses comerciales de unos pocos seguirán ejerciendo el verdadero poder.
Y todos los demás ciudadanos del mundo -y sus obsoletas instituciones- sólo somos ya cómplices melancólicos en nuestro olvido y abandono, y nuestros representantes seguirán siendo catalogados de traidores con nuestro desdén y/o aplauso…

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