sábado, 27 de junio de 2015

CUANDO LOS DÍAS...

26 de junio de 2015
10,30 horas

Ayer fui a verla. Sabía que era la despedida. Me vine dejándola mejor, con sus hijas, sus nietos, su yerno...
Arreglándome para volver a ir a verla y conociendo desde primera hora que estaba estable, me acaba de llamar mi hermano José Miguel para darme la noticia...


Ha muerto María Vázquez, la hija menor del abuelo Modesto, que se la trajo de Tolox a Coín siendo muy jovencita, huyendo de las atrocidades de la guerra en su pueblo natal: mientras más pequeños eran los pueblos, más bárbaras fueron las atrocidades de todos… 
Iba a cumplir 88 años, pero nunca es edad para morirse...

La Tía María Vázquez (siempre la llamábamos así para distinguirla de la otra Tía María, la García, Mariquilla García, como era conocida en el mundo mundial) acaba de fallecer… Ya estaba dispuesta a irse; ya lo había anunciado; y ya ha descansado al fin…

Yo creo que hasta para irse lo ha hecho con ilusión, con ganas, con vitalidad. No he conocido a persona con más ganas de vivir todo lo que se le ponía por delante; quizás porque desde muy temprano, aunque vivió bien, muy bien, estuvo siempre atada a su familia, a sus hijas, a sus sobrinos y a su hija mayor, Pepa, una niña que nació enferma y que el destino le arrancó tan de aquella manera, tan insoportablemente, tan sin llegar a cumplir los 10 años…
Y tuvo que sobreponerse para eso tan extraño de cumplir con una misión que parece que alguien nos encarga en la vida; como, en su caso, la de proteger siempre a los demás; o quizás asumir el papel de centro, un papel que ejercía su hermana (nunca tomó una decisión sin consultarla con su hermana mayor, mi madre), pero que al faltar quiso ocupar aquel papel, aunque le faltara carácter y le sobrara ternura…

Hace unos minutos que ha muerto la Tía María Vázquez; viuda del doctor Blas Martín, el Tío Blas, quizás el último gran alumno de Don Gregorio Marañón, y quizás el hombre más bueno que nunca haya conocido nadie…
Ambos nos quisieron con locura, con devoción; a todos nosotros, los niños del Jardín de Coín, los niños que apenas tuvimos padre pero que tuvimos todo el afecto de mucha gente, esa gente que forma ya parte inevitable de nuestras vidas; se habrán ido, si; casi todos ya, pero permanecen; no, no habitarán ya nuestro mundo, pero nunca el olvido… Porque, como decía Amin Maalouf, “lo único que nos vincula, por encima de las generaciones, por encima de los mares, por encima de la Babel de las lenguas, es el murmullo de un apellido”.

Dencasa en paz, querida Tía María Vázquez
Tu sobrino Javier

P.D. En la foto estoy con ella. Hace apenas un mes... En Benajarafe...



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25 de junio de 2015.
20,05 horas

He bajado al mar de enfrente. Tomo un gin-tonic a la salud de la tía María Vázquez: se nos está yendo, poco a poco...

Es la hora mágica del crepúsculo, la hora que más me gusta gozar del día... Y siempre la misma emoción de aprendizaje...
Y el mar, siempre el mismo y siempre nuevo para sorprenderme sin solución de continuidad.

Ha bajado la temperatura; el sol no quema; la luz se tamiza con la última calima, y el mar azula sus últimas horas de intensidad y mareas...
Para entonces, uno se siente sereno, calmo.
Y piensa que, a pesar de todo, el mundo es la infinita y más grande hermosura...


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25 de junio de 2015
21,30 horas

Leo a Pessoa:

"[...] En ciertos momentos muy claros de la meditación, como aquellos en que, al principio de la tarde, vago observador por las calles, cada persona me trae una noticia, cada casa me ofrece una novedad, cada letrero contiene un aviso para mí. Mi paseo callado es una conversación continua, y todos nosotros, hombres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del Destino."

Fernando PESSOA (Libro del desasosiego)


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