viernes, 16 de febrero de 2007

MERITOS Y DEMERITOS

El gran drama de la política española es que el principal partido de la oposición no está capacitado, no ya para gobernar como quedó señalado por las urnas el 14 de marzo de 2004, sino incluso para opositar. Y es que al ser sus dirigentes actuales (con el hacedor derrotado en la sombra) los protagonistas de la gran mentira de toda la historia de la democracia española, cual fue la del 11-M y ETA, mal lo tienen -en credibilidad y confianza- para ofertar solvencia y propuestas razonables que le lleven de nuevo a gobernar los asuntos públicos. Y cuando critican alguna acción del gobierno de ZP, enseguida se les recuerda que ellos lo hicieron igual o peor en tal o cual asunto… Y porque la memoria colectiva está muy activada por la constante crispación con la que la derecha solivianta el escenario político español. Y siempre hay un episodio que echarles en cara ante cualquier crítica: la guerra de Irak, el Prestige, el trato vejatorio a ciertas expulsiones de inmigrantes, etc…
En definitiva, esta memoria colectiva cargada de crispación y mentiras les inhabilita para el discurso opositor.
Y así, como ellos lo saben, es por lo que no pueden abandonar el discurso de la mentira del 11-M, a pesar de la clarividencia del sumario, a pesar de que lo determine el juicio que se acaba de iniciar, ellos están cogidos, atados por esa mentira y morirán (los actuales dirigentes de la derecha) con ella, toda vez que aquel otro de la ruptura de España se ha desvanecido. Porque si abandonan este discurso es reconocer que mintieron, cosa que jamás harán: la soberbia del hacedor derrotado en la sombra los tiene atados, y los obliga a mantener la mentira.
Una vez más, como sucedió en 1996, la oposición sólo alcanzará el poder (si lo consigue) por deméritos ajenos más que por méritos propios.
Y también todos los españoles saben que si el gobierno de la derecha no hubiese mentido el 11-M, quizá no hubiesen perdido las elecciones frente a ZP.
Sí, este es el gran drama de la política española: tenemos lo que tenemos por deméritos del adversario, más que por méritos propios.

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