viernes, 16 de febrero de 2007

LOS RICOS

Es frecuente conocer, a través de los medios de comunicación que se dedican a este tipo de información (?), cómo viven (o creemos que viven tras verlos) y a qué se dedican los multi-multi-millonarios. Y una cosa que suelen tener en común, independientemente del sector económico al que se dedican profesionalmente, es que casi todos se vanaglorian de haberse casado más de tres, cuatro o cinco veces, con sus respectivos divorcios, y sustanciales cantidades de hijos -cada cual de su madre, pero todos del padre.
También es frecuente saber que todos se vanaglorian de su estricta educación en eso que ellos llaman valores (familia, religión, etc.). Y también sabemos que todos están encantados de haberse conocido, pues aunque el dinero no da la felicidad, al parecer ayuda: todos pertenecen a esa clase social que podemos llamar burguesía, aunque el origen de los más no sea burgués, sino obrero; pero la acumulación de riqueza que han llegado a ostentar les abre las puertas de aquel estamento social.
A lo largo de la modernidad, esta clase social que llamamos burguesía se ha articulado políticamente en lo que conocemos como derecha política. Así nacen los partidos republicanos en EEUU o Francia, o UCD-AP-PP en España -amén de su connivencia con la dictadura de Franco-, por ejemplo. Y si analizamos la historia y sus conquistas en derechos sociales para la mayoría, podemos ver con clarividencia cómo se oponían estos órganos políticos de la derecha social que llamamos burguesía a cualquier cambio legislativo que permitiera hacer legal lo que era real. Por ejemplo, aprobar la ley del divorcio o las leyes del aborto: no sólo fueron hazañas sociales de la mayoría de los españoles; recordamos con clarividencia cómo se oponían con griterío y manifestaciones curas, obispos, beatas y todo el entramado que aquella derecha que llamamos burguesía crea y solivianta ante cualquier amenaza de cambio de aquellos principios morales que llaman valores y sobre los que se edificó su educación para acumular tan espléndidamente riqueza; riqueza que por otro lado no tienen escrúpulo en enseñar al común de los mortales, amén de enseñarnos a sus hijos, cada uno de su madre, pero todos del padre…
Y ahora que al fin se inicia la recuperación de la memoria histórica (“la memoria es un derecho, nunca un conflicto”, dice Dulce Chacón), mañana o pasado mañana nos enseñarán las penurias que pasaron en la posguerra española; y se quejarán de que entonces no se podían divorciar, pero les daba igual: tenían las queridas y mantenidas.
Porque lo que estaba y está claro es que hay que educar en lo que ellos llaman valores. Y gracias a Franco los hubo.

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