sábado, 25 de octubre de 2025

TEMAS PARA EL DEBATE...

"TODA época tiene sus propias enfermedades características que la definen. Por ejemplo, hubo una época bacteriana. Esa época terminó cuando se descubrieron los antibióticos. Hoy, pese al miedo evidente que todos tenemos a la pandemia gripal, ya no vivimos en una época vírica. Las técnicas inmunológicas nos han permitido superarla. Desde el punto de vista patológico, los comienzos del siglo XXI no han sido bacterianos ni víricos, sino neuronales. Enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste laboral o burnout son las que definen el panorama patológico de comienzos de este siglo. No son infecciones, sino infartos. Y no son provocadas por la negatividad de lo que nuestro sistema inmunitario detecta como distinto, sino por un exceso de positividad. Por eso, no son tratables con técnicas inmunológicas, cuya función sería repeler la negatividad de lo extraño.
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La sociedad está entrando hoy, cada vez más, en una coyuntura que no encaja con el modelo inmunológico de organización y rechazo. Esta coyuntura actual se caracteriza por la desaparición de la alteridad y la extrañeza.
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Tanto la depresión como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad o el trastorno bipolar apuntan a un exceso de positividad. El trastorno bipolar es un fundido del yo por sobrecalentamiento debido a un exceso de lo igual. El exceso o lo hiperbólico de la hiperactividad no es una categoría inmunológica, sino que viene a ser una mera masificación de lo positivo.
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LA sociedad actual ya no es la sociedad disciplinaria de la que hablaba Foucault, que constaba de hospitales, manicomios, cárceles, cuarteles y fábricas. Aquella sociedad disciplinaria fue desbancada ya hace tiempo por otra sociedad totalmente distinta, que consta de gimnasios, edificios de oficinas, bancos, aeropuertos, centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad de nuestro siglo XXI ya no es la sociedad disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman «sujetos forzados a obedecer», sino que son sujetos forzados a aportar rendimiento. Son empresarios de sí mismos.
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El sujeto forzado a aportar rendimiento es mucho más rápido y productivo que el sujeto forzado a obedecer.
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El individuo soberano, semejante a sí mismo y cuya venida vaticinaba Nietzsche, está a punto de convertirse en una realidad masiva: nada hay por encima de él que le pueda decir lo que debe ser, pues se pretende el único propietario de sí mismo.
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El sujeto del rendimiento guerrea contra sí mismo. En esta guerra internalizada, el inválido es el depresivo. La depresión es la enfermedad de una sociedad que padece bajo un exceso de positividad.
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El exceso de trabajo y de rendimiento se intensifica hasta convertirse en autoexplotación, que es más eficaz que la explotación externa, porque conlleva una sensación de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado..."

(Byung-Chul Hand, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades: "La sociedad del cansancio")

Foto: Miquel Taverna.




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