lunes, 27 de abril de 2020

CARTAS A TI, que nunca te nombro (8)

Querida,
Mi patria siempre ha sido y será un jardín de bojes, afrancesado, en modo laberinto, y donde árboles frutales (mandarinos, perales, aguacates, etc) y dos elevadas palmeras que podían verse desde las afueras y desde casi todos los espacios del pueblo de Coín...
El recinto, en rectángulo, estaba rodeado de arriates con flores de todo tipo que cuando la primavera era todo color y olores inolvidables por eternos....
Y una fuente de la rana y dos piletas revestidas de cerámicas de Santa Ana de Sevilla...
Y un pasadizo...
Y un patio, donde otra palmera en el centro, más pequeña en alturas para no impedir la vela/toldo que en verano se corría para evitar el sol...
Por razones que no vienen al caso, nosotros vivíamos allí con mi madre. Era la casa de mis abuelos maternos, que llegaron a Coín desde Tolox durante la Guerra Civil y adonde trasladó su botica, toda vez hubo plaza para abrirla en Coín.
Los domingos íbamos con las criadas (eso de las tatas, como lo de las yayas en vez de abuelas, es una cursilada impostada en Andalucía y en España) a ver a mi padre, durante una o dos horas. Vivía solo, en la otra farmacia que tras aquella guerra abrió en la casa que fue de su padre, el abuelo Pepe y al que no conocí...
Yo nací en aquella casa; pero con apenas años y medio o dos años, nos fuimos con mi madre a casa de mis abuelos maternos, como ya te he contado muchas veces. Y con cuatro o cinco años nos fuimos a Málaga, a estudiar; las niñas al Colegio del Monte, regido entonces por la tía África (se metió a monja muy jovencilla), hermana de mi padre, y los niños al Colegio de San Agustín, al lado del hoy Museo Picasso, antiguo Ayuntamiento de Málaga y donde el padre de Picasso creo que fue funcionario. Posteriormente fue Facultad de Letras cuando se creó la Universidad de Málaga y cuando los curas agustinos trasladaron el colegio a las afueras de la ciudad, hoy Colegio de los Olivos...
Hoy está abandonado pero hay un proyecto de hacer allí una hermosa biblioteca pública: ojalá se haga realidad y sea otra forma de reconciliación con aquel espacio...
Málaga era para mí y mis hermanos el colegio, la maldición, el espanto; y eso que no estábamos internos, sino que vivíamos en calle Cárcer, al lado del Teatro Cervantes.
Nunca entendí la estupidez de aquella absurda disciplina anti natura y terrorífica... Porque nunca he entendido la maldad y existe.
Los fines de semana regresábamos a Coín, a aquel jardín donde siempre queríamos estar... Al cabo, volvimos todos a vivir con mi padre en la otra casa, donde la otra farmacia, donde yo nací; mi abuelo materno murió y todas las tardes que estábamos en Coín íbamos a ver a mi abuela que nos daba de merendar y que no estaba sola: más allá de criadas y de mi hermana África, la mayor de todos los hermanos, que decidió quedarse a vivir allí con mi abuela hasta que murió, estaba Fuensanta que vino de Tolox a trabajar en la casa de mis abuelos con 13 años, no se casó y vivió con nosotros hasta que mi madre murió; pocos años después lo hizo ella...
Murió mi abuela y mi hermana África regresó con nosotros... Y como quiera que ya mi madre se quedaba en Coín con mi padre, durante los cursos escolares era mi hermana África la que hacía de nuestra madre en la casa de Málaga, ayudada por una criada joven (un recuerdo para Conchi: inolvidable) hasta que mi hermana se casó y nosotros ya empezábamos la universidad...
Pero antes, a los pocos años de regresar a nuestra casa, en Madrid, de un infarto, murió mi padre cuando sólo tenía 51 años. Mi madre se tuvo que poner al frente de la farmacia con Regente titulado mientras mi hermano Rafael terminaba la carrera. Y Fuensanta hizo lo propio con el mismo Regente en la farmacia de mi abuelo hasta que la prima Carmen (hija de la tía María Vázquez, hermana de mi madre) terminara la carrera.
Con los años, y al terminar el bachillerato, me fui a Sevilla a estudiar. No me gustaba la carrera que inicié y volví a Málaga donde estudié Ciencias Económicas. Y ahí, y sólo ahí, durante aquellos escasos años, viví y gocé de la ciudad de Málaga; y me reconcilié con ella. Nosotros (mis hermanos y yo) jamás tuvimos pandilla en Málaga durante los años del Colegio; las vacaciones y los fines de semana nos íbamos a Coín ; o a Tolox en verano... No conocíamos la Semana Santa ni la Feria de Málaga... Pero en los años de Universidad ya sí, repito, me reconcilié con la ciudad: eran los años de la formación intelectual y los años de los compromisos...
Y a los pocos años de haber terminado los estudios me fui de Málaga a trabajar; primero a Cádiz (nuestro Cádiz) y luego a Sevilla (nuestra Sevilla)... Y al cabo de 30 años más o menos, regresé a Málaga toda vez lo nuestro había acabado ya...
Lo demás ya lo sabes: tenía como segunda residencia un apartamento en Mijas Costa, apartamento al que me vine a vivir; vendí el apartamento de Sevilla y a mitad de enero de este año decidí venirme a vivir a Málaga: ya tenía ganas de recuperar la única Málaga que he vivido de verdad: la de mi juventud; porque la de la infancia es como un horror, un no quiero, un rechazo... Los curas me daban miedo y todo el colegio era como una cárcel y una estupidez sórdida y terrorífica...
Y cuando al fin ya instalado, llega esta pandemia que me recluye y me ha quitado de un soplo la ilusión con la que he querido regresar a un lugar, a una tierra, que tan ligada a mi vida ha tenido conmigo distintas relaciones...
Aunque en el fondo, cuando en días aciagos y grises como estos me vengo abajo, recordando todo lo vivido, bueno y malo, acabo siempre viéndome colgado en los árboles de aquel jardín, o en sus barrotes, o sentado a los pies del mandarino intentando comprender por qué los curas me regañaban; o embobado viendo al carpintero montarnos el belén en el pasadizo, cuando la Navidad; antes del patio, aquel que daba al jardín donde la fuente de la rana y las altísimas palmeras que lo señalaban...
Y, sobre todo, me veo siempre aún en tus brazos mirándote a los ojos...
Ojalá pronto podamos salir, movernos... Y así, te vienes un día a Málaga y te paseo por mis lugares, por aquellos rincones donde mi juventud, apenas 8-10 años, cuando me reconcilié con la ciudad del paraíso...
Y es que siendo malagueño ha sido en Sevilla donde he vivido más tiempo y eso no puede ni debe ser... Mis amigos de Sevilla me echan de menos y yo a ellos; pero los de Málaga me han acogido como si nunca me hubiese ido de ellos y de nuestra Málaga...
Y eso es para mí una fortuna, mi fortuna...
Tuyo siempre,


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