lunes, 19 de diciembre de 2016

NAVIDAD

«Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía».
— Epicuro de Samos (341 a. C. - 270 a. C.)
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Cuando se acercan estas fiestas de la Navidad, cuando llega el final de otro año, siempre -y de manera inevitable- me voy a cuando entonces; cuando aquellos tiempos de vacaciones sin los curas de Málaga, con frío, siempre hizo frío en el invierno de mi infancia; en el pueblo, en el jardín de los abuelos; con musgo tras las lluvias, musgo que cogíamos para el enorme belén que el carpintero nos montaba en el pasadizo, aquel espacio distribuidor entre el patio, el comedor y el jardín, y donde la escalera de caracol de mis números circenses...
Un belén que aquel carpintero tardaba más de dos días en montar… Sí, un grandioso belén con enormes montañas de corcho, sobre un valle donde el musgo del jardín y con un río celeste de papel y cristal…
Y sobre el corcho, el bicarbonato de la farmacia del abuelo que hacía el efecto de nieve; y sobre el papel, también celeste del cielo sobre la pared, estrellas de plata recicladas del papel del chocolate…
Y pastores y reyes; y palmeras y ovejas… Y zambombas que acabábamos rompiendo como las huchas de barro...
Y el portal con sus figuras; y el puente que habían de cruzar los enormes Reyes Magos para llegar hasta el pesebre del niño Jesús, aquel libertador del relato, conforme aquel nuestro relato…
Por entonces, no había Papá Noel ni regalos hasta la noche de Reyes; pero sí había Nochebuena, donde las cenas interminables y las payasadas de todos, mayores y pequeños…
Ha pasado el tiempo, eso que sólo somos y nos lleva; no tengo hijos, que yo sepa. Ya no vamos al pueblo, ni montamos aquel grandioso belén. Y ya no tienen sentido para mí estos días, salvo vivirlos en mis adentros...
Sí, cuando llegan estas fiestas, cuando llega el final de otro año, inevitablemente regreso a aquel tiempo; cuando hacía frío en el pueblo, cuando aquel jardín de musgos y cuando aquel carpintero nos construía el belén en el pasadizo, donde la escalera de caracol de mis números acrobáticos y donde siempre me sentí protegido del mundo y de la vida…
Y, de manera inevitable también, un recuerdo constante para todos los míos y los demás que ya se me fueron y tan recientes…
En cualquier caso, hoy, al fin, ha salido el sol y apetecen las afueras…
Feliz navidad para todos...


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